La rosa pura, de Pedro Salinas | Poema

    Poema en español
    La rosa pura

    La rosa, la rosa pura. 
    Quiero mandarte la pura rosa. 
    La que no tiene símbolo ni signo. 
    La que no pese 
    porque recuerda un recuerdo. 
    La que no cante 
    porque se cogió con el gozo. 
    La que no tenga fecha, 
    fecha de hombre, fecha de número, 
    fecha de mundo, 
    la que sea su nacimiento puro, 
    sucediendo a su mismo capullo. 
    La que no diga: “Me quieres”, ni: “Te quiero”. 
    La que diga tan sólo: “Soy mis pétalos, 
    mi color, mi forma, soy la rosa pura. Tómame”. 
    La que no pida 
    que te la pongas en el pecho. 
    La que se contente con el encuentro 
    de su color y tus ojos, 
    de tu mirada, un instante. 
    Con el contacto 
    de su materia y tu vida: tu mano, un instante. 
    La que te deje vivir 
    sin rosas, si tú no quieres 
    tener la rosa en tu vida. 

    Me lavaré las manos 
    toda una noche entera en el agua 
    lenta y lustral de los ríos del sueño, 
    para cogerla de mañana antes 
    de que despierte la conciencia, 
    porque quiero cogerla con los dedos, 
    no quiero cogerla con un pensamiento. 
    Y si la cojo así y así te llega, 
    mis pies recordarán haber pisado 
    el paraíso, antes 
    del bien y el mal, de la mujer y el hombre. 
    Y yo seré una sombra, 
    y tú serás otra sombra, 
    sin otra realidad que la que crea 
    el ofrecernos una rosa pura.

    Pedro Salinas (Madrid, 1891-Boston, 1951), autor de poemarios emblemáticos como Seguro azar, La voz a ti debida o El contemplado, es una figura clave del panorama cultural español del siglo XX. También cabe destacar su obra epistolar, en la que destaca Cartas a Katherine Whitmore y su Correspondencia (1923-1951) con el también poeta Jorge Guillén. Su vida, consagrada a la poesía y a la literatura, estuvo marcada por su exilio a Estados Unidos en 1936. 

    • Si te quiero 
      no es porque te lo digo; 
      es porque me lo digo y me lo dicen. 
      El decírtelo a ti, ¡Que poco importa 
      a esa pura verdad que es en su fondo 
      quererte! Me lo digo, 
      y es como un despertar de un no decirlo, 
      como un nacer desnudo, 

    • Qué alegría, vivir 
      sintiéndose vivido. 
      Rendirse 
      a la gran certidumbre, oscuramente, 
      de que otro ser, fuera de mí, muy lejos, 
      me está viviendo. 
      Que cuando los espejos, los espías, 
      azogues, almas cortas, aseguran 
      que estoy aquí, yo, inmóvil, 

    • ¿Serás, amor 
      un largo adiós que no se acaba? 
      Vivir, desde el principio, es separarse. 
      En el primer encuentro 
      con la luz, con los labios, 
      el corazón percibe la congoja 
      de tener que estar ciego y solo un día. 
      Amor es el retraso milagroso 

    • Quietas, dormidas están, 
      las treinta, redondas, blancas. 
      Entre todas 
      sostienen el mundo. 
      Míralas, aquí en su sueño, 
      como nubes, 
      redondas, blancas, y dentro 
      destinos de trueno y rayo, 
      destinos de lluvia lenta,