Mira, vamos a salir
de tanto ser tú y ser yo.
Deja tu cuerpo dormido,
deja mi cuerpo a tu lado,
déjalos.
Deja tu nombre y el mío,
deja lo que nos dolió
y vamos a descansar
de nosotros, con nosotros;
vamos a jugar a que éramos
los mismos, pero otros dos.
Ya sin el cuerpo ni el nombre
vamos a probarnos formas,
seres, a ver si vivimos
en otra cosa mejor.
Vamos a probarnos árboles;
dos árboles que aunque tengan
muy apartados los troncos,
se buscarán por arriba,
se encontrarán con sus hojas,
se tocarán con la flor.
Vamos a probarnos olas
que corren una tras otra,
separadas y jugando,
hasta que en la arena tibia
se les acaba el ser dos.
Y si aún te sobra materia
vamos más allá. Podemos
ser dos silencios, tan juntos
que nadie sienta que ese
silencio de alrededor,
es doble, porque dos voces
callándose, lo forjaron
para entenderse mejor.
Y si quieres más probemos
a ser luz,
tú una llama, yo otra llama,
tú una mitad, yo la otra
de esa luz, que para serlo
a los dos nos necesita
y nos contiene a los dos.
Y todavía podemos
huir más allá:
fingirnos que no existimos,
vivir
en un mundo prenatal
en donde estar juntos sea
un inmenso estar perdidos
uno en otro, indivisibles,
como en el mar y en el cielo, antes
que los separara Dios.
Y luego verás qué alegre
es el regreso a nosotros,
el encontrarme contigo,
conmigo, con el dolor,
con tu voz y con mi nombre.
Verás, verás, qué milagro
es mirarnos, es tocarnos,
verás qué revelación
es vernos, volver a vernos
en estos rostros fatales
donde el alma nos vivió.
Por jugar a que dejábamos
de amarnos, ¡qué verdadero
nos va a ser siempre el amor!
¡Qué pareja
nos va a nacer, tan alegre,
tan segura, de este adiós!