El sueño es una larga despedida de ti. ¡Qué gran vida contigo, en pie, alerta en el sueño! ¡Dormir el mundo, el sol, las hormigas, las horas, todo, todo dormido, en el sueño que duermo!
Menos tú, tú la única, viva, sobrevivida, en el sueño que sueño. Pero sí, despedida: voy a dejarte cerca, la mañana prepara toda su precisión de rayos y de risas. Afuera, afuera, ya, lo soñado flotante, marchando sobre el mundo, sin poderlo pisar, porque no tiene sitio, desesperadamente.
Te abrazo por vez última: eso es abrir los ojos. Ya está. Las verticales entran a trabajar, sin un desmayo, en reglas. Los colores ejercen sus oficios de azul, de rosa, verde, todos a la hora en punto. El mundo va a funcionar hoy bien; me ha matado ya el sueño. Te siento huir, ligera, de la aurora, exactísima, hacia arriba, buscando la que no se ve estrella, el desorden celeste, que es sólo donde cabes. Luego, cuando despierto, no te conozco casi, cuando, a mi lado, tiendes los brazos hacia mí diciendo: '¿Qué soñaste?'. Y te contestaría: 'No sé, se me ha olvidado', si no estuviera ya tu cuerpo limpio, exacto, ofreciéndome en labios el gran error del día.
El sueño es una larga despedida de ti. ¡Qué gran vida contigo, en pie, alerta en el sueño! ¡Dormir el mundo, el sol, las hormigas, las horas, todo, todo dormido, en el sueño que duermo!
Se siente una lluvia cerca. A esa nube gris, plomiza, que por su altura navega, tan sin prisa soñadora, se le puede ver el rumbo; es un jardín; el sueño se le descifra: es una rosa.