A veces un no niega más de lo que quería, se hace multiple. Se dice 'no, no iré' y se destejen infinitas tramas tejidas por los síes lentamente, se niegan las promesas que no nos hizo nadie sino nosotros mismos, al oído. Cada minuto breve rehusado se dilata sinfines, se hace siglos, y un 'no, esta noche no' puede negar la eternidad de noches, la pura eternidad. ¡Qué difícil saber adónde hiere un no! Inocentemente sale de labios puros un no puro; sin mancha ni querencia de herir, va por el aire. Pero el aire está lleno de esperanzas en vuelo las encuentra y las traspasa por las alas tiernas su inmensa fuerza ciega, sin querer, y las deja sin vida y va a clavarse en ese techo azul que nos pintamos y abre una grieta allí. O allí rebota y su herir acerado vuelve camino atrás y le desgarra el pecho al mismo pecho que lo dijo. Un no da miedo. Hay que dejarlo siempre al borde de los labios y dudarlo. O decirlo tan suavemente que le llegue al que no lo esperaba con un sonar de 'si', aunque no dijo sí quien lo decía.
El sueño es una larga despedida de ti. ¡Qué gran vida contigo, en pie, alerta en el sueño! ¡Dormir el mundo, el sol, las hormigas, las horas, todo, todo dormido, en el sueño que duermo!
Se siente una lluvia cerca. A esa nube gris, plomiza, que por su altura navega, tan sin prisa soñadora, se le puede ver el rumbo; es un jardín; el sueño se le descifra: es una rosa.