La soledad, de Rafael Alberti | Poema

    Poema en español
    La soledad

    Escena I 



    Vendrá. 
    Vendrá. 
    Lo ha escrito. 
    La semana que viene. 
    Mientras, blanqueo la casa, 
    arreglo la cocina, 
    termino de pintar el techo de la alcoba. 
    Ahora 
    tengo una nueva cama, 
    dos sillas de nogal, 
    una cómoda, un buen palanganero, 
    una mesa que no se tambalea… 
    Somos dos solamente… ¿Qué más puedo querer? 
    Afuera, 
    en mitad del jardín, 
    engordan los tomates… 
    Hay acelgas, lechugas, 
    rábanos, zanahorias… 
    Las patatas, 
    reventando en la tierra, 
    sólo están esperando su llegada. 
    Las ramas del durazno se doblan… El ciruelo 
    no puede aguantar más… Cuando los miro, 
    parece que me dicen: “No nos toques. Ya viene.” 
    Tengo un gallo cantor 
    y hasta siete gallinas ponedoras… 
    Todo está preparado. 
    Vendrá. Pienso que el martes… 
    si no, a lo más tardar, 
    la mañana del miércoles… 
    o quizás en la noche… Sí, mejor… ¡En la noche! 



    Escena II 



    Vendrá. 
    Vendrá. 
    Lo ha escrito. 
    Ya pasó una semana. 
    Viene desde muy lejos… 
    De allá del norte… En tren… 
    Casi dos mil kilómetros… 
    Muy lejos… Malos trenes… 
    Y el calor… Y el polvo 
    que entra por todas partes… 
    La casa está ya lista: una paloma blanca 
    de cal pura… Lucientes, 
    más brillantes que el oro, 
    la sartén, el perol, la cacerola… Y luego, 
    la cama grande, grande… cubierta de una colcha 
    de colores, con pájaros… 
    Pero muchos kilómetros sin nadie… Eso me han 
    dicho… 
    Y el calor… Y el polvo… 
    Tendrá sed… Aquí, el agua 
    no falta casi nunca… Va a gustarle esto mucho… 
    Poco trabajo para ella… Yo 
    lo haré todo. Soy fuerte todavía… 
    ¿Ella? Bueno. Veremos. 
    Es mi mujer… no quiero que se canse. 
    “Trae aquí esos tomates… Mira, aquéllos de allá, 
    tan colorados…” Nunca los ha visto. 
    Dirá que no… “¿Lechugas como éstas, 
    tan blancas? ¿Y los rábanos? ¡tampoco! 
    Vamos, mujer… Te esperan las gallinas… 
    ¿Qué más quieres? El postre 
    ahí lo tienes colgado del ciruelo. 
    Extiende el delantal y sacude una rama…” 
    Ya es muy tarde. Le tomo la cintura… 
    Se sonríe… ¡Qué hermosa! 
    Apagamos la luz… 
    Así. ¡Cuántos kilómetros! 
    Hoy es miércoles ya… Vendrá esta noche. 



    Escena III 



    ¿Vendrá? 
    Puede que venga. 
    Lo dice en esta carta que aquí llevo. 
    Se está yendo el verano… Y llueve. Las patatas… 
    ¡cuántas ya se han podrido! 
    Los tomates se hincharon de tal modo 
    que rodaron por tierra, derramándose. 
    La fruta se acabó. Nunca los pájaros 
    comieron más duraznos y ciruelas. 
    Las acelgas… ¡Qué viejas y amarillas 
    están ya! ¡Qué buen tonto 
    sería si plantara de nuevo más lechugas! 
    Las gallinas cloquean por los muertos sembrados. 
    La lluvia ha enverdecido el banco de la casa. 
    La cocina está negra de hollín… Miro las sillas… 
    Una está sin usar… la otra ya tiene 
    partido un palo… El suelo 
    cruje sucio de tierra. 

    En un rincón, la escoba se aburre. Hace ya un mes 
    que no lavo las sábanas… Tan sólo, 
    enganchada de un clavo del muro de la alcoba, 
    sigue la nueva colcha de los pájaros. 
    Llega el otoño ya. 
    Mi mujer no ha venido. Yo no la conocía… 
    No la conocí nunca. 
    Era joven. Lo sé. 
    Unos veintidós años… 
    Aquí tengo su carta… 
    Yo he cumplido sesenta… 
    El polvo… El calor… Tal vez tantos kilómetros… 
    ¡Vaya usted a saber!

    Rafael Alberti nació en 1902 en Puerto de Santa María, Cádiz. Publicó su primer libro de versos en 1925, Marinero en tierra, que Juan Ramón Jiménez prologó con una fraternal carta. En ella, Juan Ramón se confesaba compatriota de Alberti "por tierra, mar y cielo del oeste andaluz". Andalucía es la materia prima de su primer libro, con el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura. El paisaje de la bahía de Cádiz, la tierra y el cielo andaluces y recuerdos de la infancia alimentan La amante (Canciones), publicado en 1926, asumiendo la apariencia de un manual de geografía lírica. Algunos críticos consideran tres fases en su obra: la primera de una raíz popular, fresca, graciosa y ágil; la segunda, un retorno a la tradición culta bajo el influjo de Góngora; y por último, un estilo en el que el humor es casi amargura, con innovaciones surrealistas y un depurado intelectualismo. A partir de 1931, sin pretenderlo, su obra cobra un cariz político. En 1976 regresa a España y es elegido al año siguiente diputado por Cádiz del Partido Comunista, cargo al que renunciaría para dedicarse a su obra. Recibió el Premio Cervantes en 1983. Falleció en Puerto de Santa María, Cádiz, en 1999.