Para morir es buena cualquier hora, de Rafael Laffón | Poema

    Poema en español
    Para morir es buena cualquier hora

    Para morir es buena cualquier hora, 
    pues detrás de la espalda, a cada paso, 
    dejamos en el aire este vacío 
    de la ansiedad de una matriz frustrada. 
    Alguien vendrá a este hueco que nos pone 
    frío en los huesos, 
    que más pesados nos deja los huesos. 
    Porque ahí queda el vacío conformado 
    por los recuerdos que dejamos irse 
    —que se fueron volviendo la cabeza—; 
    y por el grito sofocado 
    con negra voluntad de infanticidio; 
    por esa mano que imploró tendida, 
    pulsando su armonía estupefacta; 
    por la ternura que no pudo 
    ablandarnos el rostro; 
    por los nudos deshechos con mordedura de ira; 
    por las horas baldías como lunas 
    a que una vez cerramos la ventana. 

    A la espalda este hueco... Donde llevan 
    sus alas los arcángeles, 
    llevamos este hueco sordamente, 
    zumbando sordamente. 
    Si una palabra allí os cayera, amigos, 
    guardaos bien de sus ecos 
    que en un instante el corazón destrozan. 

    Para morir es buena cualquier hora. 

    Para morir es buena cualquier hora, 
    porque si un día, si un buen día, 
    el pie desnudo toca en tierra, 
    hasta nuestra garganta, enjuta y ronca, 
    la tierra reptará con vientre verde. 
    Y esta la sangre turbia de las venas, 
    y estas quemaduras de los ojos, 
    y estas cenizas de cabellos áridos 
    sabrán entonces que en la tierra 
    existe una delicia húmeda y blanda. 

    Nos amenazará la fuga, entonces, 
    del más profundo sorbo. 
    Guardaos si en sueños, en la noche, 
    pasáis, quizás, por un jardín regado... 
    El filo de la luna os mondará los huesos. 

    Para morir es buena cualquier hora, 
    porque el tiempo se para mientras crece 
    la hierba o si se espera 
    un golpe sin remedio en el costado. 
    Porque se abre del tiempo la hendidura 
    de un vértigo a las doce... 
    Sin ser mañana todavía, 
    de un sonámbulo ayer se amputa el alma. 
    Cuando el cuerpo en el sol no tiene sombra, 
    cuando el compás nos desampara 
    súbitamente de una música, 
    cuando nos despeñamos en un sueño, 
    o, lúcidos, sabemos que nos busca 
    la claridad de un astro ya extinguido... 

    Si un momento, siquiera, 
    nos es Dios lo posible, 
    no bullid, no ajustéis su cuenta al pulso. 
    Al intentarlo palparéis sólo aire. 

    Para morir es buena cualquier hora.