Así te quiero, de Rafael de León | Poema

    Poema en español
    Así te quiero

    A Conchita Piquer 
     
    El día trece de julio 
    yo me tropecé contigo. 

    Las campanas de mi frente, 
    amargas de bronce antiguo, 
    dieron al viento tu nombre 
    en repique de delirio. 
    Mi corazón de madera 
    muerto de flor y de nidos, 
    floreció en un verde nuevo 
    de naranjos y de gritos, 
    y por mi sangre corrió 
    un toro de escalofrío, 
    que me dejó traspasado 
    en la plaza del suspiro. 

    ¡Ay trece, trece de julio, 
    cuando me encontré contigo! 

    ¡Ay, tus ojos de manzana 
    y tus labios de cuchillo 
    y las nueve, nueve letras 
    de tu nombre sobre el mío 
    que borraron diferencias 
    de linaje y apellido! 

    ¡Bendita sea la madre, 
    la madre que te ha parido, 
    porque sólo te parió 
    para darme a mí un jacinto, 
    y se quedó sin jardines 
    porque yo tuviera el mío! 

    ¿Quieres que me abra las venas 
    para ver si doy contigo? 
    ¡Pídemelo y al momento 
    seré un clavel amarillo! 
    ¿Quieres que vaya descalzo 
    llamando por los postigos? 

    ¡Dímelo y no habrá aldabón 
    que no responda a mi brío! 
    ¿Quieres que cuente la arena 
    de los arroyos más finos? 
    haré lo que se te antoje, 
    lo que mande tu capricho, 
    que es mi corazón cometa 
    y está en tu mano el ovillo; 
    que es mi sinrazón campana 
    y tu voluntad sonido. 

    Nunca quise a nadie así; 
    voy borracho de cariño, 
    desnudo de conveniencias 
    y abroquelado de ritmos 
    como un quijote de luna 
    con armadura de lirios. 

    Te quiero de madrugada, 
    cuando la noche y el trigo 
    hablan de amor a la sombra 
    morena de los olivos; 
    cuando se callan los niños 
    y las mocitas esperan 
    en los balcones dormidos; 
    te quiero siempre: mañana, 
    tarde, noche... ¡Por los siglos, 
    de los siglos! ¡Amén! Te 
    querré constante y sumiso, 
    y cuando ya me haya muerto 
    antes que llegue tu olvido, 
    por la savia de un ciprés 
    subiré delgado y lírico, 
    hecho solamente voz 
    para decirte en un grito: 
    ¡te quiero! ¡Te quiero muerto 
    igual que te quise vivo!