Se ha inundado mi cuerpo de un anhelo constante, ríos de espesa sombra circulan por mis sienes, un galopar me lleva, me arrastra no sé a dónde. Mi carne se ha poblado de mágicos corceles.
Mi sangre se me puebla de un ardor inefable y en las manos me laten incomprensibles pájaros, altas nubes oscuras, atormentados mares, cuando acerco a tus sienes rumorosas mis labios.
¡Ay, carne de destierro, ayer amante, reseca carne vieja y apagada, recuerdo ya del tiempo caminante, desierto de ilusión, rama tronchada, flor de la ausencia pálida y constante!