El desconocido de vino triste,
que en la barra de un bar está contando,
con voz entrecortada y cavernosa,
su historia de fracasos.
Y un instante, sus ojos se iluminan,
al mostrar con orgullo unos retratos.
La mujer fatigada y silenciosa,
Conversar por teléfono con Pablo.
Ver cómo se va quedando dormida
muy lentamente, Blanca entre mis brazos,
al escuchar la misma melodía
con la que dormía a su madre hace años.
Salir de vacaciones con mis hijas,
y aceptar que se hayan ido marchando,
con orgullo y con melancolía.
Despertar y saber que está a mi lado;
compartir su tristeza con la mía;
pasear juntos cogidos de la mano,
y ver pasar mansamente los días.
Una cerveza fría en el verano,
con mis amigos de toda la vida.
Perderme a veces solo por el campo.
Mis libros, mis recuerdos, mis heridas,
Las cosas sin valor que quiero tanto,
que me esperan calladas y tranquilas,
en un rincón secreto de mi cuarto.
Como veis, solo son cosas sencillas.
Pero a mí me bastan para ir tirando.