Piano llorón de Genoveva, doliente piano que en tus teclas resumes de la vida el arcano; piano llorón, tus teclas son blancas y son negras, como mis días negros, como mis blancas horas; piano de Genoveva que en la alta noche lloras, que hace muchos inviernos crueles que no te alegras: tu música es historia de poéticos males, habla de encantamientos y de princesas reales, de los pequeños novios que por robar los nidos una tarde nublada se quedaron perdidos en el bosque; y nos cuenta de la niña agraciada que recibió regalos de sus once madrinas, que no invitó a la otra a sus bodas divinas y que sufrió por ello los enojos del hada.
Me pareces, ¡oh piano!, por tu voz lastimera, una caja de lágrimas, y tu oscura madera me evoca la visita del primer ataúd que recibí en mi casa en plena juventud.
Piano de Genoveva, te amo por indiscreto; de tu alma a todo el mundo revelas el secreto; cuentas, uno por uno, todos sus desengaños.
Piano llorón, la hermosa más hermosa del valle, se nos ha vuelto triste porque tiene treinta años y no hay por todo el pueblo quien ronde por su calle.
Genoveva, regálame tu amor crepuscular: esos dulces treinta años yo los puedo adorar. Ruégale tú que al menos, pobre piano llorón, con sus plantas minúsculas me pise el corazón.
Piano llorón de Genoveva, doliente piano que en tus teclas resumes de la vida el arcano; piano llorón, tus teclas son blancas y son negras, como mis días negros, como mis blancas horas; piano de Genoveva que en la alta noche lloras,
Soy el mendigo cósmico y mi inopia es la suma de todos los voraces ayunos pordioseros; mi alma y mi carne trémulas imploran a la espuma del mar y al simulacro azul de los luceros.