Así como fui yo, así como eras tú, en la penumbra inocua de nuestra juventud así quisiera ser, mas ya no puede ser.
Como ya no seremos como fuimos entonces, cuando límpida el alma trasmutaba en pecado al más leve placer, Cuando el mundo y tú eran sonrosaba sorpresa. Cuando hablaba yo solo dialogando contigo, es decir, con tu sombra, por las calles desiertas, y la luna bermeja era dulce incentivo para idilios de gatos, fechorías de ladrones y soñar de poetas.
Cuando el orbe rodaba sin que yo lo sintiera, cuando yo te adoraba sin que tú lo supieras -aunque siempre lo sabes, aunque siempre lo sepas- y el invierno era un tropo y eras tú primavera y el romántico otoño corretear de hojas secas.
Tú que nunca cuidaste del rigor de los años ni supiste el castigo de un marchito ropaje; tú que siempre tuviste los cabellos castaños y la tersa epidermis, satinado follaje.
Tus cabellos castaños, tus castaños cabellos por volver a besarlos con el viejo fervor, vendría yo la ciencia que compré con dolor y la tela de araña que tejí en sueños. Así como fui yo, así como eras tú, en la inconciencia tórrida de nuestra juventud, así quisiera ser, mas ya no puede ser...
No enturbies, señora, la luz de tus ojos, no llores, señora, porque el llanto afea y el riñón inunda de hirientes abrojos pues quien mucho llora muy escaso mea. Si fue por tus hijos cesa ya tu llanto. Si fue por tu amante, con mayor razón...
Sabia virtud de conocer el tiempo; a tiempo amar y desatarse a tiempo; como dice el refrán: dar tiempo al tiempo... que de amor y dolor alivia el tiempo.