... Algún día encontraré una palabra que penetre en tu vientre y lo fecunde, que se pare en tu seno como una mano abierta y cerrada al mismo tiempo.
Hallaré una palabra que detenga tu cuerpo y lo dé vuelta, que contenga tu cuerpo y abra tus ojos como un dios sin nubes y te use tu saliva y te doble las piernas. Tú tal vez no la escuches o tal vez no la comprendas. No será necesario. Irá por tu interior como una rueda recorriéndote al fin de punta a punta, mujer mía y no mía y no se detendrá ni cuando mueras.
Así como no podemos sostener mucho tiempo una mirada, tampoco podemos sostener mucho tiempo la alegría, la espiral del amor, la gratuidad del pensamiento, la tierra en suspensión del cántico.
Hay que inventar respiraciones nuevas. Respiraciones que no sólo consuman el aire, sino que además lo enriquezcan y hasta lo liberen de ciertas combinaciones taciturnas.
Hemos amado juntos tantas cosas que es difícil amarlas separados. Parece que se hubieran alejado de pronto o que el amor fuera una hormiga escalando los declives del cielo.