Dicen de las niñas feas
que tienen cara de acelga
pero la Acelga no es fea.
El Acelgo la miraba
desde un rincón de la huerta
y la vio tan verdecita,
tan estirada y tan tierna,
que no lo pudo evitar
y se enamoró de ella.
Dicen de las niñas feas
que tienen cara de acelga
pero la Acelga no es fea.
El Acelgo la miraba
desde un rincón de la huerta
y la vio tan verdecita,
tan estirada y tan tierna,
que no lo pudo evitar
y se enamoró de ella.
-Acelga, ¿me quieres mucho?
-Te quiero más que a la tierra,
más que al chorrito de agua
y más que al sol de la siesta.
¿Te casas conmigo, di?
Y me caso cuando tú quieras.
Y le dio un beso en la hoja
florecida de inocencia.
Dicen de las niñas feas
que tienen cara de acelga
pero la Acelga no es fea.
El Acelgo la miraba
desde un rincón de la huerta
y la vio tan verdecita,
tan estirada y tan tierna,
que no lo pudo evitar
y se enamoró de ella.
La Erre no llora
porque no esté en risa
ni en rosa ni en Roma.
Ella no porfía
pero no se baña
con el agua fría.
No quiere rezar
y si no es mejor
nunca es regular.
Tampoco se enfada
porque no la metan
en ninguna cara.
Sábana de avena
con canto de grillo,
todo lo que miro
se vuelve amarillo.
Hojas del otoño,
lluvia en el balcón,
todo lo que miro
se vuelve marrón.
Mirada de niño,
nieve en el barranco,
todo lo que miro
se me vuelve blanco.