Dicen de las niñas feas
que tienen cara de acelga
pero la Acelga no es fea.
El Acelgo la miraba
desde un rincón de la huerta
y la vio tan verdecita,
tan estirada y tan tierna,
que no lo pudo evitar
y se enamoró de ella.
Sábana de avena
con canto de grillo,
todo lo que miro
se vuelve amarillo.
Hojas del otoño,
lluvia en el balcón,
todo lo que miro
se vuelve marrón.
Mirada de niño,
nieve en el barranco,
todo lo que miro
se me vuelve blanco.
Autopista, humo,
invierno, adoquín,
todo lo que miro
se me vuelve gris.
Grajo, golondrina,
nubarrón y cuervo,
todo lo que miro
se me vuelve negro.
Monte con llovizna,
ternero que muerde,
todo lo que miro
se me vuelve verde
Colibrí del día,
palacio del alba,
todo lo que miro
se me vuelve malva.
Navaja de monte,
tiro de escopeta,
todo lo que miro
se vuelve violeta.
Cárabo volando,
viento del oeste,
todo lo que miro
se vuelve celeste.
Botón de cereza,
pelo de raposa,
todo lo que miro
se me vuelve rosa.
El sol del ocaso
sobre la ventana,
todo lo que miro
se me vuelve grana.
Y cierro los ojos
con tantos colores,
que veo la vida
llenita de flores.