Por el influjo de la primavera, de Rubén Darío | Poema

    Poema en español
    Por el influjo de la primavera

    Por el influjo de la primavera 
    Sobre el jarrón de cristal 
    hay flores nuevas. Anoche 
    hubo una lluvia de besos. 

    Despertó un fauno bicorne 
    tras un alma sensitiva. 
    Dieron su olor muchas flores. 
    En la pasional siringa 
    brotaron las siete voces 
    que en siete carrizos puso 
    Pan. 

    Antiguos ritos paganos 
    se renovaron. La estrella 
    de Venus brilló más límpida 
    y diamantina. Las fresas 
    del bosque dieron su sangre. 
    El nido estuvo de fiesta. 

    Un ensueño florentino 
    se enfloró de primavera, 
    de modo que en carne viva 
    renacieron ansias muertas. 

    Imaginaos un roble 
    que diera una rosa fresca; 
    un buen egipán latino 
    con una bacante griega 
    y parisiense. Una música 
    magnífica. Una suprema 
    inspiración primitiva, 
    llena de cosas modernas. 

    Un vasto orgullo viril 
    que aroma el odor di femina; 
    un trono de roca en donde 
    descansa un lirio. 
    ¡Divina Estación! ¡Divina 
    Estación! Sonríe el alba 
    más dulcemente. La cola 
    del pavo real exalta 
    su prestigio. El sol aumenta 
    su íntima influencia; y el arpa 
    de los nervios vibra sola. 

    ¡Oh, Primavera sagrada! 
    ¡Oh, gozo del don sagrado 
    de la vida! ¡Oh, bella palma 
    sobre nuestras frentes! ¡Cuello 
    del cisne! ¡Paloma blanca! 
    ¡Rosa roja! ¡Palio azul! 
    Y todo por ti, ¡oh alma! 
    Y por ti, cuerpo, y por ti, 
    idea, que los enlazas. 
    ¡Y por Ti, lo que buscamos 
    y no encontraremos nunca, 
    jamás!

    Rubén Darío (Nicaragua, 1867-1916) representa uno de los grandes hitos de las letras hispanas, no sólo por el carácter emblemático de algunos de sus títulos como Azul... (1888), Prosas profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905) sino por las dimensiones de renovación que impuso a la lengua española, abriendo las puertas a las influencias estéticas europeas a través de la corriente que él mismo bautizó como Modernismo. Pero como decía Octavio Paz, su obra no termina con el Modernismo: lo sobrepasa, va más allá del lenguaje de esta escuela y, en verdad, de toda escuela. Es una creación, algo que pertenece más a la historia de la poesía que a la de los estilos. Darío no es únicamente el más amplio y rico de los poetas modernistas: es uno de nuestros grandes poetas modernos, es "el príncipe de las letras castellanas".

    • Este del cabello cano, 
      como la piel del armiño, 
      juntó su candor de niño 
      con su experiencia de anciano; 
      cuando se tiene en la mano 
      un libro de tal varón, 
      abeja es cada expresión 
      que, volando del papel, 
      deja en los labios la miel 

    •    I 


      Yo vi un ave 
      que süave 
      sus cantares 
      entonó 
      y voló... 

      Y a lo lejos, 
      los reflejos 
      de la luna en alta cumbre 
      que, argentando las espumas 
      bañaba de luz sus plumas 
      de tisú... 
      ¡y eras tú! 

    • Y dijo la paloma: 
      —Yo soy feliz. Bajo el inmenso cielo, 
      en el árbol en flor, junto a la poma 
      llena de miel, junto al retoño suave 
      y húmedo por las gotas de rocío, 
       tengo mi hogar. Y vuelo 
       con mis anhelos de ave, 
       del amado árbol mío 

    • El varón que tiene corazón de lis, 
      alma de querube, lengua celestial, 
      el mínimo y dulce Francisco de Asís, 
      está con un rudo y torvo animal, 
      bestia temerosa, de sangre y de robo, 
      las fauces de furia, los ojos de mal: 
      ¡el lobo de Gubbia, el terrible lobo! 

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