Pequeño poema infantil, de Rubén Darío | Poema

    Poema en español
    Pequeño poema infantil

    Las hadas, las bellas hadas, 
    existen, mi dulce niña, 
    Juana de Arco las vio aladas, 
    en la campiña. 

    Las vio al dejar el mirab, 
    ha largo tiempo, Mahoma. 
    Más chica que una paloma, 
    Shakespeare vio a la Reina Mab. 

    Las hadas decían cosas 
    en la cuna 
    de las princesas antiguas: 
    que si iban a ser dichosas 
    o bellas como la luna; 
    o frases raras y ambiguas. 

    Con sus diademas y alas, 
    pequeñas como azucenas, 
    había hadas que eran buenas 
    y había hadas que eran malas. 

    Y había una jorobada, 
    la de profecía odiosa: 
    la llamada 
    Carabosa. 

    Si ésta llegaba a la cuna 
    de las suaves princesitas, 
    no se libraba ninguna 
    de sus palabras malditas. 

    Y esa hada era muy fea, 
    como son 
    feos toda mala idea 
    y todo mal corazón. 

    Cuando naciste, preciosa, 
    no tuviste hadas paganas, 
    ni la horrible Carabosa 
    ni sus graciosas hermanas. 

    Ni Mab, que en los sueños anda, 
    ni las que celebran fiesta 
    en la mágica floresta 
    de Brocelianda. 

    Y, ¿sabes tú, niña mía, 
    por qué ningún hada había? 
    Porque allí 
    estaba cerca de ti 
    quien tu nacer bendecía: 
    Reina más que todas ellas: 
    la Reina de las Estrellas, 
    la dulce Virgen María. 
    Que ella tu senda bendiga, 
    como tu Madre y tu amiga; 
    con sus divinos consuelos 
    no temas infernal guerra; 
    que perfume tus anhelos 
    su nombre que el mal destierra, 
    pues ella aroma los cielos 
    y la tierra.

    Rubén Darío (Nicaragua, 1867-1916) representa uno de los grandes hitos de las letras hispanas, no sólo por el carácter emblemático de algunos de sus títulos como Azul... (1888), Prosas profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905) sino por las dimensiones de renovación que impuso a la lengua española, abriendo las puertas a las influencias estéticas europeas a través de la corriente que él mismo bautizó como Modernismo. Pero como decía Octavio Paz, su obra no termina con el Modernismo: lo sobrepasa, va más allá del lenguaje de esta escuela y, en verdad, de toda escuela. Es una creación, algo que pertenece más a la historia de la poesía que a la de los estilos. Darío no es únicamente el más amplio y rico de los poetas modernistas: es uno de nuestros grandes poetas modernos, es "el príncipe de las letras castellanas".

    • Este del cabello cano, 
      como la piel del armiño, 
      juntó su candor de niño 
      con su experiencia de anciano; 
      cuando se tiene en la mano 
      un libro de tal varón, 
      abeja es cada expresión 
      que, volando del papel, 
      deja en los labios la miel 

    •    I 


      Yo vi un ave 
      que süave 
      sus cantares 
      entonó 
      y voló... 

      Y a lo lejos, 
      los reflejos 
      de la luna en alta cumbre 
      que, argentando las espumas 
      bañaba de luz sus plumas 
      de tisú... 
      ¡y eras tú! 

    • Y dijo la paloma: 
      —Yo soy feliz. Bajo el inmenso cielo, 
      en el árbol en flor, junto a la poma 
      llena de miel, junto al retoño suave 
      y húmedo por las gotas de rocío, 
       tengo mi hogar. Y vuelo 
       con mis anhelos de ave, 
       del amado árbol mío 

    • El varón que tiene corazón de lis, 
      alma de querube, lengua celestial, 
      el mínimo y dulce Francisco de Asís, 
      está con un rudo y torvo animal, 
      bestia temerosa, de sangre y de robo, 
      las fauces de furia, los ojos de mal: 
      ¡el lobo de Gubbia, el terrible lobo!