Besitos y mordisquitos en las orejitas era lo que escribíamos al final de unas postales no tan obscenas como horteras, también en los hociquitos y Viva el Mejillón Peludo cuando las enviábamos a niñas adorablemente estúpidas y Gola Pola Amapola qué tal las misiones en Angola o de mayor yo también quiero ser cura si iban dirigidas al gris colegio horrible, besitos y mordisquitos o cabramozabigote! en la época de la continuada borrachera que un estómago medio buzón medio prodigio aún digería, besitos, mordisquitos y no sé por qué ahora también recuerdo ininterrumpidos veranos y sobre todo a Javier borracho, cayéndose y cantando a las seis de la madrugada en la Plaza Artós, Javier parando a un repartidor para enseñarle cómo en el infantil cuaderno de dibujo que alguien había ideado regalarle a Ana el elefante coloreado de amarillo quedaba superlativamente cojonudo y fíjese usted, no me he salido para nada de los bordes, ¿verdad que a la señorita ha de encantarle?: besitos, cervezas, mordisquitos, noches, desiertos o Javier o la Plaza Artós en la cara del pobre hombre: inconcebibles cosas así son las que me vuelven y las que tengo que anotar para cuando tenga tiempo o ganas de escribir en falso verso un inservible catálogo de antigüedades. Y en los márgenes del papel no puedo olvidarme de apuntar que ya muy al principio de una adolescencia extremada me acostumbré a coleccionar en los descosidos bolsillos de mis ojos huidizas madrugadas, a coleccionar o robar al tiempo pequeñas muertes, azúcar de piernas, adioses, pañuelos y lunas, pozos, cuchillos, ternuras, y que esa temprana afición por las cosas que no sirven para nada sin duda tuvo la primera y quizá más grave culpa de que acabara aceptando complacido, y sin más, el convertir en una completa inutilidad mi propia vida, muy irresponsablemente sonriendo ante los infinitos lo que hay que ver, un chico de sus posibilidades, mira que dejar el Derecho para perder el tiempo escribiendo versitos, lo peor es que así es como acaban comunistas y ya es lástima que mi particular ejército de abuelas resignadamente recitaba.
Besitos y mordisquitos en las orejitas era lo que escribíamos al final de unas postales no tan obscenas como horteras, también en los hociquitos y Viva el Mejillón Peludo cuando las enviábamos a niñas adorablemente estúpidas
Si el hombre tuviera tiempo de sobras es posible que hiciera grandes cosas. Pero tras su espesa piel el tiempo alienta una sutil maraña de trampas y estrategias; tras su espesa piel o en su disperso puzzle ocasionalmente brinda adoquín de besos
No es bueno apretar el alma, por ver si sale tinta. El papel sigue siendo el asesino -el asesino de ti- y quizá es mejor que la sombra y que sus dagas por antiguas voces descalzas vayan. Por antiguas voces, muy lejos del número y sus cárceles, entre nieblas