Catálogo de antigüedades, de Santiago Montobbio | Poema

    Poema en español
    Catálogo de antigüedades

    Besitos y mordisquitos en las orejitas era lo que escribíamos 
    al final de unas postales no tan obscenas como horteras, 
    también en los hociquitos y Viva el Mejillón Peludo 
    cuando las enviábamos a niñas adorablemente estúpidas 
    y Gola Pola Amapola qué tal las misiones en Angola 
    o de mayor yo también quiero ser cura 
    si iban dirigidas al gris colegio horrible, 
    besitos y mordisquitos o cabramozabigote! 
    en la época de la continuada borrachera 
    que un estómago medio buzón medio prodigio 
    aún digería, besitos, mordisquitos y no sé por qué 
    ahora también recuerdo ininterrumpidos veranos 
    y sobre todo a Javier borracho, cayéndose y cantando 
    a las seis de la madrugada en la Plaza Artós, 
    Javier parando a un repartidor para enseñarle 
    cómo en el infantil cuaderno de dibujo 
    que alguien había ideado regalarle a Ana 
    el elefante coloreado de amarillo 
    quedaba superlativamente cojonudo y fíjese usted, 
    no me he salido para nada de los bordes, ¿verdad 
    que a la señorita ha de encantarle?: besitos, cervezas, 
    mordisquitos, noches, desiertos o Javier o la Plaza Artós 
    en la cara del pobre hombre: inconcebibles cosas así 
    son las que me vuelven y las que tengo que anotar 
    para cuando tenga tiempo o ganas de escribir 
    en falso verso un inservible catálogo 
    de antigüedades. Y en los márgenes del papel 
    no puedo olvidarme de apuntar que ya muy al principio 
    de una adolescencia extremada me acostumbré 
    a coleccionar en los descosidos bolsillos de mis ojos 
    huidizas madrugadas, a coleccionar o robar al tiempo 
    pequeñas muertes, azúcar de piernas, adioses, 
    pañuelos y lunas, pozos, cuchillos, ternuras, 
    y que esa temprana afición por las cosas que no sirven para nada 
    sin duda tuvo la primera y quizá más grave culpa 
    de que acabara aceptando complacido, y sin más, 
    el convertir en una completa inutilidad mi propia vida, 
    muy irresponsablemente sonriendo ante los infinitos 
    lo que hay que ver, un chico de sus posibilidades, 
    mira que dejar el Derecho para perder el tiempo 
    escribiendo versitos, lo peor es que así 
    es como acaban comunistas y ya es lástima 
    que mi particular ejército de abuelas 
    resignadamente recitaba.