Ese tácito rito que me he impuesto, de Santiago Montobbio | Poema

    Poema en español
    Ese tácito rito que me he impuesto

    Si el hombre tuviera tiempo de sobras 
    es posible que hiciera grandes cosas. 
    Pero tras su espesa piel el tiempo alienta 
    una sutil maraña de trampas y estrategias; 
    tras su espesa piel o en su disperso puzzle 
    ocasionalmente brinda adoquín de besos 
    para que torpes como somos 
    nos demos menos cuenta 
    de que a través de ajedreces, adioses, 
    inutilidades, esperas y otros juegos 
    poco a poco y sin saber 
    se vaya haciendo teoría confirmada 
    el que la vida nos aplasta 
    (y esto me gusta decirlo con un verbo que suena 
    como un saco de patatas). 
    En el momento en que subo en el ascensor 
    es una nocturna hora intermedia. 
    El espejo adivina el alcohol 
    y parece decir que tengo aire 
    de guardar alguna historia 
    perdida por algún lado del abrigo 
    y también varias posguerras. (Quizá 
    porque a veces pienso que es probables 
    que yo hubiera sido más leve o más feliz 
    en la polvorienta Barcelona de los años cincuenta, 
    y aunque haya procurado no abusar nunca 
    mucho de ellas, este tipo de imágenes 
    siempre me atrayeron con firmeza). 
    La nostalgia realquilada d emi cara 
    va a proyectarse ahora en otro espejo, 
    fien el cumplir ese tácito rito que me he impuesto 
    y que consiste en observarme como un actor retirado 
    mientras fumo y bebo a solas 
    frente a la pica del lavabo. 
    Y para poblar esta habitual circunstancia 
    van a cruzarme desamparadas imágenes 
    hechas con recalentadas infancias, 
    recuerdos o posturas que me cansaría escribir 
    pero que si lo hiciera acabarían entercándose 
    en intentar explicar por qué nuestro amor merece 
    un lugar señero en la anónima enciclopedia 
    de las historias ridículas. 
    Historias que me cansaría escribir, 
    con las que perdería el tiempo. 
    Porque todo es pasado -no sé si cierto-, 
    todo es presente -esta tonta mancha de polvo- 
    y además aquí, en el lavabo de mi cuarto, 
    sobre esta ya como ajeno rostro ajado 
    y con tonadilla de tango 
    sospecho o sé que no he perdido la vida 
    (que eso ya sería algo); que no la he perdido, no, 
    que estúpidamente sólo la voy perdiendo 
    y que tampoco me produce un especial descanso 
    el saber que voy a poder dejar por unas horas 
    mis canosas miserias en suspenso.