Nada quedará de tu presencia
que no sea el recuerdo:
pedazos de imágenes
rastros que otras presencias desvanecerán.
Nada quedará de esta tarde:
ni la felicidad que comienza
con el ruido de las cucharillas en las tazas
de café
entre paredes y platos descascarados
el sillón de mimbre a punto de sucumbir
bajo el peso de los libros
la ropa sobre la cama
y tras la ventana el azul ondeante
agujereado por los árboles.
Mañana escribiré sobre la muerte de los amantes
y recuperaré entre todos los momentos
el que nos salvó del miedo y su deriva
el más limpio
cuando dijiste que el amor no contradice
la ausencia del amor
y tus ojos se humedecieron
y acariciaste mi espalda
con la delicadeza
del que se aleja de puntillas.