Nada quedará de tu presencia que no sea el recuerdo: pedazos de imágenes rastros que otras presencias desvanecerán. Nada quedará de esta tarde: ni la felicidad que comienza con el ruido de las cucharillas en las tazas de café entre paredes y platos descascarados el sillón de mimbre a punto de sucumbir bajo el peso de los libros la ropa sobre la cama y tras la ventana el azul ondeante agujereado por los árboles. Mañana escribiré sobre la muerte de los amantes y recuperaré entre todos los momentos el que nos salvó del miedo y su deriva el más limpio cuando dijiste que el amor no contradice la ausencia del amor y tus ojos se humedecieron y acariciaste mi espalda con la delicadeza del que se aleja de puntillas.
Dicen que Dios está en todas partes que todo lo ve. ¿Estás en todas partes, Dios todas las guerras el hambre viva los estómagos embalsamados el ojo inmenso de cíclope insomne de Dios, lo ve?
Señor, la que hiciste a tu imagen está sola Ha perdido el rumbo y su boca que ha comido de tu cuerpo tu boca que ha bebido de tu sangre está muda Tú que la ungiste en el paraíso con palabras nuevas como el agua
Nada quedará de tu presencia que no sea el recuerdo: pedazos de imágenes rastros que otras presencias desvanecerán. Nada quedará de esta tarde: ni la felicidad que comienza con el ruido de las cucharillas en las tazas de café
Una cama no es sólo el colchón, las sábanas, las almohadas. No sólo está hecha de hierro o de madera. No sólo es para una o para dos. La cama tuya y mía es tornadiza como los días de verano: playa de arenas blancas, lisa y calma