La costumbre es una forastera que suplanta a nuestra razón, una vieja ama de casa que se instala en el hogar. Es discreta, humilde y leal. Conoce todos los rincones. Nunca nos ocupamos de ella porque sus atenciones son invisibles.
Conduce los pasos del hombre por el camino que él hubiera elegido. Sabe los fines que este persigue sin que él haya de señalárselos, y le dice con voz queda: «Por aquí.»
Trabajando en silencio para nosotros con ademán seguro y siempre idéntico, tiene la vigilancia en la mirada y la dulzura del sueño en los labios. Pero imprudente aquel que se abandone a su yugo, una vez conocido!
Esta vieja de paso monótono va adormeciendo la joven libertad, y todos los que, insensiblemente, se han dejado ganar por su fuerza oscura, son hombres por la fisonomía, pero son cosas por los movimientos.
Sentarse los dos a la orilla del agua que pasa y verla pasar. Si se desliza una nube en el espacio, verla, los dos, deslizarse. Si en el horizonte humea un tejado de paja, verlo humear. Si alguna flor perfuma los alrededores, perfumarse en ella también.
La costumbre es una forastera que suplanta a nuestra razón, una vieja ama de casa que se instala en el hogar. Es discreta, humilde y leal. Conoce todos los rincones. Nunca nos ocupamos de ella porque sus atenciones son invisibles.