Sentarse los dos a la orilla del agua que pasa y verla pasar. Si se desliza una nube en el espacio, verla, los dos, deslizarse. Si en el horizonte humea un tejado de paja, verlo humear. Si alguna flor perfuma los alrededores, perfumarse en ella también. Si nos apetece algún fruto que prueban las abejas, probarlo. Si en los bosques que lo escuchan, canta algún pájaro, escuchar.
A los pies de un sauce donde el agua murmura, oír el agua murmurar, y no sentir pasar el tiempo mientras dura ese sueño, ni poner una pasión profunda más que en adorarse.
No preocuparse de las mundanales querellas, ignorarlas. ¡Y, solos, felices sin cansarse ante todo lo que cansa, sentir, ante todo lo que pasa, no pasar el amor!
Sentarse los dos a la orilla del agua que pasa y verla pasar. Si se desliza una nube en el espacio, verla, los dos, deslizarse. Si en el horizonte humea un tejado de paja, verlo humear. Si alguna flor perfuma los alrededores, perfumarse en ella también.
La costumbre es una forastera que suplanta a nuestra razón, una vieja ama de casa que se instala en el hogar. Es discreta, humilde y leal. Conoce todos los rincones. Nunca nos ocupamos de ella porque sus atenciones son invisibles.