Quién, de Sylvia Plath | Poema

    Poema en español
    Quién

    Floreal término. Cayó la fruta, 
    pudrióse o fue comida. Sólo boca 
    soy. En octubre, mes de almacenaje. 

    El cobertizo huele a tripa rancia 
    de momia: herramientas, colmillos, moho. 
    En casa estoy, entre cabezas muertas. 

    Dejadme que me siente en este tiesto, 
    ninguna araña lo verá, paróse 
    mi corazón como un geranio. 

    Ojalá el viento deje mis pulmones. 
    Los pétalos nasales. Boca abajo 
    las flores, sonoras como hortensias. 

    Cabezas putrescentes me consuelan, 
    ayer clavadas a las vigas: de estos 
    pupilos no será el invierno. 

    Repollos: plata mate, agusanada 
    púrpura, piel comida, oreja aguda, 
    corazón verde. Venas de tocino. 

    ¡Oh, belleza del hábito! No tiene 
    ojos la calabaza. Estas estancias 
    hierven de chicas que se piensan pájaros. 

    Monótono colegio. Soy raíz, 
    piedra, plumón de búho, 
    vivo sin sueños de ninguna clase. 

    Madre, tú eres el mes único 
    de quien yo fuera aire. Madre de aire, 
    cómeme. Sombra de dinteles vanos. 

    Dije: me acordaré, pues soy pequeña. 
    Había flores tan enormes, 
    bocas rojas y púrpura, bellísimas. 

    Los tallos de las moras me hacen daño. 
    Ahora me encienden como una bombilla. 
    Desde hace días no recuerdo nada.

    Sylvia Plath (Boston, 1932 - Londres, 1963). Escritora estadounidense especialmente conocida como poeta, aunque también es autora de obras en prosa, como la novela semiautobiográfica La campana de cristal (bajo el pseudónimo de Victoria Lucas), así como de relatos y ensayos. Junto con Anne Sexton, Plath es considerada una de las principales cultivadoras del género de la poesía confesional, iniciado por Robert Lowell y W. D. Snodgrass. Plath obtuvo una beca Fulbright que le dio la posibilidad de estudiar en la Universidad de Cambridge, donde continuó escribiendo poesía, y ocasionalmente publicaba su trabajo en el periódico universitario Varsity. Allí, en Cambridge, conoció al poeta inglés Ted Hughes, con quien se casó. Tras su muerte él se encargó de la edición de su poesía completa. 

    • Conozco el fondo, dice ella. Lo conozco con mi gran raíz: 
      Es lo que tú temes. 
      Yo no le temo: he estado allí. 

      ¿Es el mar lo que oyes en mí, 
      sus insatisfacciones? 
      ¿O la voz de la nada, que fue tu demencia? 

    • La mujer se perfecciona. 
      Su cadáver 
      muestra la sonrisa del triunfo, 
      la ilusión de una Griega necesidad 
      flota en los pliegues de su toga, 
      sus desnudos 
      pies parecen decir: 
      hemos llegado muy lejos, se acabó. 

    • La mujer alcanzó la perfección. 
      Su cuerpo muerto muestra la sonrisa de realización, 
      la apariencia de una necesidad griega 
      fluye por los pergaminos de su toga, 
      sus pies desnudos parecen decir, 
      hasta aquí hemos llegado, se acabó. 

    • Pequeñas amapolas, llamitas del infierno: 
      ¿no hacéis ningún daño? 

      Parpadeáis. Y no puedo tocaros. 
      Pongo las manos entre las llamas. Nada quema. 

      Y me agota miraros 
      parpadear así, rugosas, rojo claro, como la piel de una boca. 

    • Soy de plata y exacto. Sin prejuicios. 
      Y cuanto veo trago sin tardanza 
      tal y como es, intacto de amor u odio. 
      No soy cruel, solamente veraz: 
      ojo cuadrangular de un diosecillo. 
      En la pared opuesta paso el tiempo 

    • La bondad corretea por mi casa. 
      La Señora Bondad, ¡qué simpática es! 
      Las joyas azules y rojas de sus anillos humean 
      por las ventanas; los espejos 
      se llenan de sonrisas. 

    • No es fácil expresar lo que has cambiado. 
      Si ahora estoy viva entonces muerta he estado, 
      aunque, como una piedra, sin saberlo, 
      quieta en mi sitio, mi hábito siguiendo. 
      No me moviste un ápice, tampoco 
      me dejaste hacia el cielo alzar los ojos