Cuando por fin se encuentran dos almas, que durante tanto tiempo se han buscado una a otra entre el gentío, cuando advierten que son parejas, que se comprenden y corresponden, en una palabra, que son semejantes, surge entonces para siempre una unión vehemente y pura como ellas mismas, una unión que comienza en la tierra y perdura en el cielo. Esa unión es amor, amor auténtico, como en verdad muy pocos hombres pueden concebir, amor que es una religión, que deifica al ser amado cuya vida emana del fervor y de la pasión y para el que los sacrificios más grandes son los gozos más dulces.
¡Nunca insultéis a la mujer caída! Nadie sabe qué peso la agobió, ni cuántas luchas soportó en la vida, ¡hasta que al fin cayó! ¿Quién no ha visto mujeres sin aliento asirse con afán a la virtud, y resistir del vicio el duro viento
Estaba despeinada y con los pies desnudos al borde del estanque y en medio del juncal... Creí ver una ninfa, y con acento dulce: '¿quieres venir al bosque?', le pregunté al pasar.
Puesto que apliqué mis labios a tu copa llena aún, y puse entre tus manos mi pálida frente; puesto que alguna vez pude respirar el dulce aliento de tu alma, perfume escondido en la sombra.