¡Nunca insultéis a la mujer caída! Nadie sabe qué peso la agobió, ni cuántas luchas soportó en la vida, ¡hasta que al fin cayó! ¿Quién no ha visto mujeres sin aliento asirse con afán a la virtud, y resistir del vicio el duro viento con serena actitud? Gota de agua pendiente de una rama que el viento agita y hace estremecer; ¡perla que el cáliz de la flor derrama, y que es lodo al caer! Pero aún puede la gota peregrina su perdida pureza recobrar, y resurgir del polvo, cristalina, y ante la luz brillar. Dejad amar a la mujer caída, dejad al polvo su vital calor, porque todo recobra nueva vida con la luz y el amor.
Las sombras descendían, los pájaros callaban, la luna desplegaba su nacarado olán. La noche era de oro, los astros nos miraban y el viento nos traía la esencia del galán.
¡Nunca insultéis a la mujer caída! Nadie sabe qué peso la agobió, ni cuántas luchas soportó en la vida, ¡hasta que al fin cayó! ¿Quién no ha visto mujeres sin aliento asirse con afán a la virtud, y resistir del vicio el duro viento
Puesto que apliqué mis labios a tu copa llena aún, y puse entre tus manos mi pálida frente; puesto que alguna vez pude respirar el dulce aliento de tu alma, perfume escondido en la sombra.