¿Por qué estás silenciosa? ¿Es una planta
tu amor, tan deleznable y pequeñita,
que el aire de la ausencia lo marchita?
Oye gemir la voz en mi garganta:
¿Por qué estás silenciosa? ¿Es una planta
tu amor, tan deleznable y pequeñita,
que el aire de la ausencia lo marchita?
Oye gemir la voz en mi garganta:
Yo te he servido como a regia Infanta.
Mendigo soy que amores solicita...
¡Oh limosna de amor! Piensa y medita
que sin tu amor mi vida se quebranta.
¡Háblame! no hay tormento cual la duda:
Si mi amoroso pecho te ha perdido
¿su desolada imagen no te mueve?
¡No permanezcas a mis ruegos muda!
que estoy más desolado que, en su nido,
el ave a la que cubre blanca nieve.
¿Por qué estás silenciosa? ¿Es una planta
tu amor, tan deleznable y pequeñita,
que el aire de la ausencia lo marchita?
Oye gemir la voz en mi garganta:
Un solo paso, que me libertó de los límites
de aquel ciego vapor, abrió a mis ojos
un tan vivo esplendor como no viera nunca
el despierto sentido ni el alma en sus ensueños.
Fué la visión, de pronto desplegada,
una inmensa ciudad; se hubiera dicho
Iba solitario como una nube
que flota sobre valles y colinas,
cuando de pronto vi una muchedumbre
de dorados narcisos: se extendían
junto al lago, a la sombra de los árboles,
en danza con la brisa de la tarde.