Debo mucho 
a quienes no amo. 
El alivio con que acepto 
que son más queridos por otro. 
La alegría de no ser yo 
el lobo de sus ovejas. 
Estoy en paz con ellos 
y en libertad con ellos, 
yeso el amor ni puede darlo 
ni sabe tomarlo. 
No los espero 
en un ir y venir de la ventana a la puerta. 
Paciente 
casi como un reloj de sol 
entiendo 
lo que el amor no entiende; 
perdono 
lo que el amor jamás perdonaría. 
Desde el encuentro hasta la carta 
no pasa una eternidad, 
sino simplemente unos días o semanas. 
Los viajes con ellos siempre son un éxito, 
los conciertos son escuchados, 
las catedrales visitadas, 
los paisajes nítidos. 
Y cuando nos separan 
lejanos países 
son países 
bien conocidos en los mapas. 
Es gracias a ellos 
que yo vivo en tres dimensiones, 
en un espacio no-lírico y no-retórico, 
con un horizonte real por lo móvil. 
Ni siquiera imaginan 
cuánto hay en sus manos vacías. 
«No les debo nada», 
diría el amor 
sobre este tema abierto.