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Hubo un tiempo de amor contemplativo en que el saber, muy poco positivo, confundiendo la tierra con los cielos, ensalzaba las vírgenes modelos.
Y en que inspirándoles horror profundo la realidad prosaica de este mundo, las muchachas de quince primaveras se arrobaban en místicas quimeras.
Pero desde que el hombre sabio y fuerte, compadecido de su incierta suerte, discute con profundos pareceres la educación moral de las mujeres;
desde que ha definido su destino, no señalándole más que un camino, y ni virtud ni utilidad concilia sin la maternidad en la familia;
ya saben ellas desde muy temprano que amar un ideal es sueño vano, que su único negocio es buscar novio y quedar solterona el peor oprobio.
Ninguna ha de quedar chasqueada hoy día por elegir -- como antes sucedía -- que hoy ocupa el lugar de la inocencia la prematura luz de la experiencia.
Hoy del amor, preciso es no hacer caso, porque el amor es pobre y pide plazo, y por salir cuanto antes del apuro se acepta lo más próximo y seguro
de modo que todo hombre hoy al casarse podrá con la certeza consolarse de que -- a no serlo suya -- siempre fuera su adorada mitad de otro cualquiera.