Huele a muchacha el aire de mediodía, huele a muchacha natural, y está tan cargado de olor a muchacha el aire de mediodía que estoy a punto de gritar que el aire de mediodía huele a muchacha.
2
Me he puesto mi traje nuevo y he limpiado mis zapatos; en el claro día relucen mis cabellos limpios y el viento suave que danza por los corredores de las calles da a mis manos un dibujo perfecto; siento que la gente que pasa me mira con agrado, huelo a fresca lavanda y doy los pasos al ritmo que el corazón me marca: soy un muchacho que puede amar.
7
La iremos haciendo piedra a piedra hasta que no quede más remedio que llamarla casa. Luego la enseñaremos a cruzar los ríos, crecerá como un animal, será perfecta. ¿Qué sueño habrá en la ciudad más rico que su sueño? Gimiendo nos pedirán posada los altos agapandos, hospedaremos al sol como un rey en los pisos superiores, y arriba nosotros, mirando la ciudad, nos amaremos en setenta posiciones hasta que la casa se caiga despedazada por la dicha.
Huele a muchacha el aire de mediodía, huele a muchacha natural, y está tan cargado de olor a muchacha el aire de mediodía que estoy a punto de gritar que el aire de mediodía huele a muchacha.
¡Ah, gritemos! ¡Gritemos! Ninguno ha de salirse con la suya, con la misma vamos todos. ¡Gritemos! Ningún escudo sirve, ninguna malla defiende y el parapeto del sueño sólo es fino algodón envanecido.
Poner un pie en la tierra me llevaría sin duda al fin del mundo; un pasito tras otro, conectando el alma al alma, como cuando no podía entrar a la escuela y me echaba a caminar embelesado.