Bien está y algo es: podemos detenernos aquí, donde en la tierra inglesa lo sepultan, y tal vez de su polvo se labre la violeta de su tierra nativa.
Poco es, mas parece, en verdad, que benditos son sus tranquilos huesos, al descansar, en medio de nombres familiares, y en el mismo lugar que habitó siendo joven.
Venid, pues, manos puras: sostened la cabeza que duerme o que se puso la máscara del sueño: y vengan cuantos gusten de llorar, y aquí el rito de los muertos escuchen.
¡Ah! Pero, si pudiera, sobre el fiel corazón me arrojaría, y junto a sus labios, le diera, con mi aliento, la vida que en mí casi se apaga;
mas no muere del todo y, sufriendo, persiste y lentamente forma ese temple más duro, y guarda la mirada que ya no encontraría, las palabras que nunca ha de escuchar de nuevo.
La mañana está en calma, sin rumores; en calma, como para ofrecerse a un dolor más tranquilo; y tan sólo, chocando con las hojas marchitas, el fruto del castaño se desliza hasta el suelo.