¡Oh Juan!, ¿por qué sueñas siempre rosas? Ya no nos caben en la habitación, esto no puede seguir así: Cada día te levantas con las sábanas llenas de rosas y si por casualidad hacemos el amor no se conforman con quedarse quietas de mañana, no: danzan las gamberras al son de los exquisitos minués que trazan tus dedos al vestirme.
Por eso me niego a que me pongas la camisa, a que me anudes el pañuelo..., dime, ¿qué vas a hacer con esa encina desdentada y la camelia negra que se vieron contigo cuando terminastes de dar un paseo por el campo?
Ayer nos sorprendió un aguacero precioso y como yo no llevaba gorro y sí el pelo recién lavado, convertistes la gotas en diminutos paraguas de nácar, yo te agradezco la gentileza de tu magia pero el campo necesita agua y lo dejastes blanco, tan blanco, que parecía leche cuajada. Menos mal que luego caíste en la cuenta del error y los paraguas volaron para dejar paso a tres mil nubes que se posaron dulcemente en los prados, en los cerros, en los sembrados para dar alegría y pan al santo campesino que se hizo arrugas de un metro de profundidad por re tanto. En fin, Juan, haces lo que quieres con la naturaleza y a mí me irrita el no poder enfadarme nunca contigo a pesar de tener motivos grandes y justificados.
Desde ahora te anuncio mi ultimátum: una de dos, o renuncias a tu poder modificante de niños que cambian pañales por barco, de aceituna que, porque le da la gana, se transforma en ciruela los domingos, o nos mudamos a otra buhardilla que tenga el suficiente espacio para meter allí todos los trastos... ¡Porque mira que eres pesado! Porque mira que te quiero tanto, alquimista barato.
Volverse a enamorar. Besar una piel que sabe distinto, no encontrar puntos de referencia que indiquen el momento justo, la caricia perfecta, la mano compañera. Retornar a un cuerpo nuevo sin los huecos del anterior,
¡Oh Juan!, ¿por qué sueñas siempre rosas? Ya no nos caben en la habitación, esto no puede seguir así: Cada día te levantas con las sábanas llenas de rosas y si por casualidad hacemos el amor no se conforman con quedarse quietas de mañana, no:
Leo lo que escribí de ti y de mí en esos días de tanta lluvia, con Bach y los naranjos de contertulios ante el fuego y los catarros, las pupas, las mutuas manías, advirtiéndonos de aquella bomba colgada del tiesto de las glicinas