Cavendish ha ganado la 18ª etapa del Tour de Francia 2012. Me la suda. Quedan cientos de noticias por hacer. Y yo aquí, sobándome. Muriéndome.
Anoche me visitó Andrés. Para festejar, y eso. Barceló, chuflos y una buena charla. Que nos la debíamos. Se ha pirado a las 7:00. Pero mi cerebro sigue tirado en el sofá. Disfrutando por anticipado de la bonita inacción que nos mata de gusto.
El dolor de tripa. Las mismas trabas a la hora de narrar. Todo le suena pretencioso, envasado, artificial. Debe recuperar la furia de días pasados. Entonces, las historias brotaban como pus. Removían mentalidades. Eso es lo que trata de hacer.
En nuestro día a día es imposible captarlo; salvo, quizás, cuando estás embebido en el torbellino de tu imaginación. (Especialmente, si el reloj de la mesilla marca las dos y cuarenta y tres de la madrugada). Encerrado, en la habitación asfixiante.
La chica de la larga cabellera de rizos tostados solía pasearse por las faldas del Montdúver. Ojos de pantera brillaban tras las chispeantes y kilométricas pestañas.
Almuerzo en un bar, junto al metro de Avenida de la Ilustración. Bocadillo de calamares, tercio de Mahou, puñado de torreznos y 1984. Entro a currar en hora y media. Tic tac, tic tac. Aquí dentro se está de lujo.