l curro. Las piernas me duelen cosa mala. No paran de moverse. El difusor de agua es un cabrón. Te la sirve a grado y medio. Y seguro que está envenenada. O algo peor. La subnormal de la cara taladrada me regaña. 'Oye, el otro día te mandé una noti y te fuiste sin hacerla'. (Lo que no dice es que mi turno había expirado un cuarto de hora antes). 'Ya'. 'A partir de ahora, cuando te marches sin hacer algo, avisa, para que lo haga alguien', rebuzna. 'Vale'. Me dan ganas de escupirle en la cara. Suerte que hoy me marcho y no vuelvo. Sólo me da pena por un par de compañeros. Y por la diseñadora de los ojos azules. Parece simpática.
Las sirenas azules aúllan atravesando la avenida. A toda velocidad. Dos, cuatro, seis. Se saltan semáforos. Provocan frenazos. E improperios. En Vicálvaro deben de tener mucho follón. O un menú del día que te cagas. Jornada tras jornada.
Eres un inútil. No das un palo al agua. Eres un inútil. Lo único que haces es levantarte a la una. Eres un inútil. Lo único que haces es pasarte el santo día tirado en el sofá. ERES UN INÚTIL.
Me vacío con ojos borrosos. En el minúsculo cuarto de baño de hombres hay también una rubia despampanante. Treinta y pocos gloriosos años. Su pelo me roza la cara. 'Oye, estás tardando mucho, ¿no?'. Huele a cerveza, marihuana y sudor.