La chica de la larga cabellera de rizos tostados solía pasearse por las faldas del Montdúver. Ojos de pantera brillaban tras las chispeantes y kilométricas pestañas. Cogía impulso en las pendientes, ocultaba el sol con su melena y, grácilmente, aterrizaba sobre la blanca alfombra que viste la silueta del Mediterráneo. Se sacudía la arena con sensuales movimientos de oro... y millares de partículas giraban en todas las direcciones del Universo. Luego, clavaba su pícara mirada en quien quiera que fueses y, sonriendo, se zambullía en el añil y verde mar, con un sordo chapoteo. Y con cada una de sus brazadas del oleaje surgían centenares de mariposas. Y las mariposas eran de todos los colores del Universo.
Si los académicos no aprecian mi prosa es por culpa de una ex novia que se quedó embarazada y nunca me confesó quién era el padre. Aunque, antes de largarse, me hizo una advertencia.
Eres un inútil. No das un palo al agua. Eres un inútil. Lo único que haces es levantarte a la una. Eres un inútil. Lo único que haces es pasarte el santo día tirado en el sofá. ERES UN INÚTIL.
Me vacío con ojos borrosos. En el minúsculo cuarto de baño de hombres hay también una rubia despampanante. Treinta y pocos gloriosos años. Su pelo me roza la cara. 'Oye, estás tardando mucho, ¿no?'. Huele a cerveza, marihuana y sudor.