Si los académicos no aprecian mi prosa es por culpa de una ex novia que se quedó embarazada y nunca me confesó quién era el padre.
Aunque, antes de largarse, me hizo una advertencia.
“Eres un muerto de hambre y, en el caso de que el hijo fuera tuyo (cosa que dudo, PICHAFLOJA), no tendrías ni una mierda para pasarme por el mantenimiento de la criatura. Pero si un día, por alguna extraña razón, esa bazofia que escribes entre litro y siesta te hace conocido y pone dinero en tu cartera, volveré con la prueba de ADN para quedármelo todo”.
Ahora ya sabéis por qué soy un escritor mediocre.
Le pongo muchísimo empeño.