La mancha de carmín, de Ángel García López | Poema

Hueles como el verano. Desde el calor, lentísimas, 
se me ofrecen las jaras y, en tus hombros, 
lo flexible del mimbre y el lentisco. Tienes, 
debajo de tus brazos, un herbazal tranquilo, 
olor a prado en celo y a retama de un monte. 

Por ser tu boca tanta, tan segura, 
y abril tan loco y poco recatado, 
yo llegué hasta tu labio desbocado 
en busca de tu boca y su aventura. 

Cuando pasa una joven como tú salta el pecho, 
se compran las parcelas de este sitio acotado. 

No hay un cuerpo en la tarde que te iguale, criatura. 
Porque vas explicando lo que queda de verte, 
poniendo orden a un mundo que no está en este reino. 

Porque tu nombre estaba todavía 
sin estrenar los labios, porque era 
un acertijo más, una pulsera, 
un trino de gorrión que no sabía. 

Porque tu pie no es árbol, sino vuelo, 
paloma desmandada, extenso ramo, 
la nota más viajera a tu reclamo 
solucionó lo grávido del suelo. 

Por no hacerle la guerra a la costumbre, 
allí, en el probador. Allí tus pechos, 
tan blancos, tan franceses, tan derechos, 
tan altos como el álamo y la cumbre. 

Mi cuerpo es como un pájaro. Me alzo 
sobre una cordillera de gorriones. 
Las alas me empujaron en el salto, 
se me llenó la carne de motores.