Calle de la Misericordia 45, de Anne Sexton | Poema

    Poema en español
    Calle de la Misericordia 45

    En mi sueño, 
    perforando en la médula 
    de mi hueso intacto 
    mi verdadero sueño, 
    caminando arriba y abajo en Beacon Hill 
    en busca del nombre de una calle- 
    llamada Mercy Street. 
    No está. 

    Lo intento en el Back Bay. 
    No está. 
    No está. 
    Y sin embargo, sé el número. 
    El 45 de la calle Misericordia. 
    Conozco la vidriera de la ventana 
    del vestíbulo, 
    los tres pisos de la casa 
    con su suelo de parqué. 
    Conozco los muebles y 
    a la madre, a la abuela, a la bisabuela, 
    a los criados. 
    Conozco el armario de Spode, 
    la barca de hielo, de plata maciza, 
    donde la mantequilla se presenta en pulcros cuadrados 
    como extraños dientes de gigante 
    en la gran mesa de caoba. 
    Lo conozco todo muy bien. 
    No está. 

    A dónde fuiste? 
    calle de la Misericordia 45, 
    con una bisabuela 
    arrodillada con su corsé de ballenas 
    y rezando con suavidad, pero con fiereza, 
    al lavabo, 
    a las 5 A.M. 
    al mediodía 
    dormitando en su pomposa mecedora, 
    el abuelo durmiendo una siesta en la antecocina, 
    la abuela tocando la campana para la criada de abajo, 
    y Nana acunando a Madre con una flor enorme 
    en su frente para cubrir el rizo 
    de cuando era buena y cuando estaba... 
    Y donde ella fue engendrada 
    y en una generación, 
    la tercera que engendrará, 
    a mí, 
    con la semilla del extraño floreciendo 
    en la flor llamada Horrible. 

    Camino con un vestido amarillo 
    y con un bolsito blanco relleno de cigarrillos, 
    las píldoras suficientes, mi cartera, mis llaves, 
    y con veintiocho años, o son cuarenta y cinco? 
    Camino. Camino. 
    Sostengo cerillas en los nombres de las calles 
    porque es tarde, 
    está tan oscuro como la muerte curtida 
    y he perdido mi Ford verde, 
    mi casa en las afueras, 
    dos niños pequeños 
    succionados como el polen por la abeja que hay en mí 
    y un marido 
    que borró sus ojos 
    para no acompañar a mi interior 
    y estoy caminando y observando 
    y esto no es un sueño 
    sólo mi vida empalagosa 
    donde los demás sin coartadas 
    y la calle es imposible de encontrar durante 
    una vida entera. 

    Cierra las persianas- 
    Ya no me importa! 
    Echa el cerrojo, misericordia, 
    borra el número, 
    echa abajo el nombre de mi calle, 
    que puede importar, 
    qué puede importar a ese mezquino 
    que quiere poseer el pasado 
    que se fue en un barco de muertos 
    y me dejó sólo con papel? 

    No está. 

    Abro mi bolso, 
    como lo hacen las mujeres, 
    y los peces nadan de aquí para allá 
    entre los dolares y la barra de labios. 
    Los saco, 
    uno por uno 
    y los lanzo contra los nombres de las calles, 
    y lanzo mi bolso 
    al río Charles. 
    Después me deshago del sueño 
    y me precipito contra la pared de cemento 
    del tosco calendario 
    en el que vivo, 
    mi vida, 
    y sus cuadernos 
    rindiendo cuentas.