Ahora que lo preguntas, no recuerdo muchos días. Camino metida en un sobre sin sellos postales para este viaje. Es así, que como una lujuria innombrable, soy devuelta.
Aun entonces, no tengo nada contra la vida. Conozco bien los brotes de hierba que mencionas y los muebles de casa que pusiste bajo el sol.
Pero los suicidas tienen un lenguaje especial. Así como los carpinteros quieren saber cuáles herramientas. Ellos nunca preguntan para que construir
Dos veces simplemente me declaré a mí misma haber poseído al enemigo, haber devorado al enemigo, tomado sus artificios, su magia.
De esta forma, profunda, meditada tibia como agua o aceite me he quedado babeando por el agujero de la boca.
No pienso en mi cuerpo como si fuera un bordado. Incluso la cornea y los residuos de orina se fueron. Los suicidas están listos para traicionar al cuerpo.
Aun siendo abortos, no siempre mueren, pero deslumbrados, no pueden olvidar la dulce droga. A la cual desde niños les gustaba mirar y sonreír.
¡introducir toda esa vida bajo tu lengua! eso, por sí mismo, se convierte en pasión. La muerte es una osamenta triste; amoratada, tú lo dijiste,
Y ahora ella espera por mí año tras año, para deshacer delicadamente un viejo deseo. Para vaciar mi aliento de esta mala prisión. Haciendo un balance, los suicidas
Ella está toda allí. Fue derretida cuidadosamente para ti y moldeada desde tu infancia, moldeada desde tus cien edades preferidas. Ella siempre ha estado allí, cariño. Ella es, de hecho, exquisita. Fuegos artificiales en el centro de un sombrío febrero
En mi sueño, perforando en la médula de mi hueso intacto mi verdadero sueño, caminando arriba y abajo en Beacon Hill en busca del nombre de una calle- llamada Mercy Street. No está.
Con todas mis preguntas, todas las palabras nihilistas en mi cabeza, fui en busca de una respuesta, en busca del otro mundo que alcancé al cavar bajo tierra. Crucé piedras más solemnes que predicadores, traspasé raíces que pulsaban como venas
Al final del asunto siempre es la muerte. Ella es mi taller. Ojo resbaladizo, fuera de la tribu de mí misma mi aliento te echa en falta. Espanto a los que están presentes. Estoy saciada. De noche, sola, me caso con la cama. Dedo a dedo, ahora es mía.
Mi negocio son las palabras. Las palabras son como etiquetas, o monedas, o mejor: como un enjambre de abejas. Yo confieso que sólo me quiebra la fuente de las cosas; como si las palabras se contaran como abejas muertas en el ático,
Estaba cansada de ser mujer cansada de ollas y cucharas, cansada de mi boca y de mis senos, cansada de afeites y cansada de sedas. Aún había hombres sentados a mi mesa, en círculo ante el cáliz que yo les ofrecía. El cáliz rebosante de uvas moradas
Sólo una vez supe para qué servía la vida. En Boston, de repente, lo entendí; caminé junto al río Charles, observé las luces mimetizándose, todas de neón, luces estroboscópicas, abriendo sus bocas como cantantes de ópera;
Ira, tan negra como un gancho, me sobrepasa. Cada día, cada nazi a las ocho de la mañana tomaba un niño y se lo salteaba para el desayuno en su sartén.
Y la muerte mira como al azar y se saca la mugre bajo las uñas de los dedos.