Un Mandarín de Pekín
que residía en Cantón
y no tocaba el violín
porque tocaba el violón
decía con presunción
y con cierto retintín
que de confín a confín
de toda aquella nación
del gorro hasta el escarpín
era rico y trapalón.
Tenía aquel Mandarín
un precioso palanquín
un caballo percherón
un quimono de etamín
y un pañuelo de crespón.
Tenía un vasto salón,
un agradable jardín
y también un batintín
que sonaba haciendo ¡pon!;
un puñal, un espadín,
un alfanje, un mosquetón,
y un surtido botiquín
con «Mejoral» y algodón.
Pero el pobre Mandarín
abrigaba una ilusión:
ver crecer cabello o crin
a un estupendo melón.
Con paciencia y discreción
exprimía su magín
y bañaba aquel melón
con un líquido o loción
que se trajo de Nankín.
Más el melón malandrín
ablución tras ablución
resistía aquel trajín
y se quedaba pelón.
El Mandarín, bermellón,
rojo, encarnado, carmín,
se tomaba un berrenchín
e insistía con tesón,
hasta que un día por fin
el paciente Mandarín
que residía en Cantón
se pudo dar el postín
de ver con pelo el melón
porque con circunspección
fue y le puso un peluquín.
MORALEJA:
Muchas veces el tesón
no nos conduce a buen fin
y lo mismo que el melón
que tenía el Mandarín,
si está calvo don Ramón,
don Felipe o don Fermín,
da igual que se dé almidón
o se frote con fruición
la cabeza con hollín
con un paño, un calcetín,
un abrigo de visón,
un lápiz o el boletín
oficial de la nación.
«En la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer» Virginia Woolf
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
Paseábase el Rey moro por la ciudad de Granada
desde la puerta de Elvira hasta la de Vivarrambla.
-'¡Ay de mi Alhama!'
Cartas le fueron venidas que Alhama era ganada:
las cartas echó en el fuego y al mensajero matara.
-'¡Ay de mi Alhama!'
Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada,
las cabrillas altas iban y la luna rebajada;
mal barruntan las ovejas, no paran en la majada.
Vide venir siete lobos por una oscura cañada.
Venían echando suertes cuál entrará a la majada;
—Pregonadas son las guerras
de Francia con Aragón,
¡cómo las haré yo, triste,
viejo y cano, pecador!
¡No reventaras, condesa,
por medio del corazón,
que me diste siete hijas,
y entre ellas ningún varón!
Fontefrida, Fontefrida
Fontefrida y con amor,
do todas las avecicas
van tomar consolación,
sino es la tortolica,
que está viuda y con dolor.
Por ahí fuera a pasar
el traidor del ruiseñor;
las palabras que le dice
llenas son de traición:
Quién hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Con un falcón en la mano
la caza iba a cazar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda,
-Gerineldo, Gerineldo, paje del rey más querido,
quién te tuviera esta noche en mi jardín florecido.
Válgame Dios, Gerineldo, cuerpo que tienes tan lindo.
-Como soy vuestro criado, señora, burláis conmigo.
-No me burlo, Gerineldo, que de veras te lo digo.