—El que tiene mujer moza y hermosa ¿qué busca en casa y con mujer ajena? ¿La suya es menos blanca y más morena, o floja, fría, flaca?– No hay tal cosa.
–¿Es desgraciada?– No, sino amorosa. –¿Es mala?– No por cierto, sino buena. Es una Venus, es una Sirena, un blanco lirio, una purpúrea rosa.
—Pues ¿qué busca? ¿A dó va? ¿De dónde viene? ¿Mejor que la que tiene piensa hallarla? Ha de ser su buscar en infinito.
—No busca éste mujer, que ya la tiene. Busca el trabajo dulce de buscalla, que es lo que enciende al hombre el apetito.
Madrugaba don Alonso a poco del sol salido; convidando va a su boda a los parientes y amigos; a la puerta de Moriana sofrenaba su rocino: -Buenos días, Moriana. -Don Alonso, bien venido. -Vengo a brindarte, Moriana,
Blanca sois, señora mía, más que no el rayo del sol ¿si la dormiré esta noche desarmado y sin pavor? que siete años había, siete, que no me desarmo, no. Más negras tengo mis carnes que un tiznado carbón. -Dormilda, señor, dormilda,
Un Mandarín de Pekín que residía en Cantón y no tocaba el violín porque tocaba el violón decía con presunción y con cierto retintín que de confín a confín de toda aquella nación del gorro hasta el escarpín era rico y trapalón.
¡Cuán traidor eres, Marquillos! ¡Cuán traidor de corazón! Por dormir con tu señora habías muerto a tu señor. Desque lo tuviste muerto quitástele el chapirón; fuéraste al castillo fuerte donde está la Blanca Flor. -Ábreme, linda señora,
Caminaba el Conde Olinos la mañana de San Juan, por dar agua a su caballo en las orillas del mar. Mientras su caballo bebe él se ponía a cantar: -Bebe, bebe, mi caballo, Dios te me libre de mal, Dios te libre en todo tiempo
¡Rosa fresca, rosa fresca, tan garrida y con amor, cuando yo os tuve en mis brazos, non vos supe servir, non: y agora que vos servía non vos puedo yo haber, non! - Vuestra fue la culpa, amigo, vuestra fue, que mía non; enviásteme una carta
Mi padre era de Ronda y mi madre de Antequera; cautiváronme los moros entre la paz y la guerra, y lleváronme a vender a Vélez de la Gomera. Siete días con sus noches anduve en el almoneda, no hubo moro ni mora