Romance de Abenámar, de Anónimo | Poema

    Poema en español
    Romance de Abenámar

    -¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería, 
    el día que tú naciste grandes señales había! 
    Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida, 
    moro que en tal signo nace no debe decir mentira. 

    Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que diría: 
    -Yo te lo diré, señor, aunque me cueste la vida, 
    porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva; 
    siendo yo niño y muchacho mi madre me lo decía 
    que mentira no dijese, que era grande villanía: 
    por tanto, pregunta, rey, que la verdad te diría. 
    -Yo te agradezco, Abenámar, aquesa tu cortesía. 
    ¿Qué castillos son aquéllos? ¡Altos son y relucían! 

    -El Alhambra era, señor, y la otra la mezquita, 
    los otros los Alixares, labrados a maravilla. 
    El moro que los labraba cien doblas ganaba al día, 
    y el día que no los labra, otras tantas se perdía. 
    El otro es Generalife, huerta que par no tenía; 
    el otro Torres Bermejas, castillo de gran valía. 
    Allí habló el rey don Juan, bien oiréis lo que decía: 
    -Si tú quisieses, Granada, contigo me casaría; 
    daréte en arras y dote a Córdoba y a Sevilla. 
    -Casada soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda; 
    el moro que a mí me tiene muy grande bien me quería. 

    «En la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer» Virginia Woolf

    • ... Levantóse la casada 
      una mañana al jardín, 
      dicen que a gozar del fresco: 
      «¡Más le valiera dormir!» 
      Esperando a su galán 
      a sueño breve y sutil, 
      le ha dado amor mala noche. 
      «¡Más le valiera dormir!» 
      Sobre la madeja bella 

    • Un sueño soñaba anoche soñito del alma mía, 
      soñaba con mis amores, que en mis brazos los tenía. 
      Vi entrar señora tan blanca, muy más que la nieve fría. 
      -¿Por dónde has entrado, amor? ¿Cómo has entrado, mi vida? 
      Las puertas están cerradas, ventanas y celosías. 

    • —Pregonadas son las guerras 
      de Francia con Aragón, 
      ¡cómo las haré yo, triste, 
      viejo y cano, pecador! 
      ¡No reventaras, condesa, 
      por medio del corazón, 
      que me diste siete hijas, 
      y entre ellas ningún varón! 

    • Fontefrida, Fontefrida 
      Fontefrida y con amor, 
      do todas las avecicas 
      van tomar consolación, 
      sino es la tortolica, 
      que está viuda y con dolor. 
      Por ahí fuera a pasar 
      el traidor del ruiseñor; 
      las palabras que le dice 
      llenas son de traición: 

    • -Gerineldo, Gerineldo, paje del rey más querido, 
      quién te tuviera esta noche en mi jardín florecido. 
      Válgame Dios, Gerineldo, cuerpo que tienes tan lindo. 
      -Como soy vuestro criado, señora, burláis conmigo. 
      -No me burlo, Gerineldo, que de veras te lo digo.