Blanca sois, señora mía, más que no el rayo del sol ¿si la dormiré esta noche desarmado y sin pavor? que siete años había, siete, que no me desarmo, no. Más negras tengo mis carnes que un tiznado carbón. -Dormilda, señor, dormilda, desarmado sin temor, que el conde es ido a la caza a los montes de León. -Rabia le mate los perros, y águilas el su halcón, y del monte hasta casa a él arrastre el morón. - Ellos en aquesto estando su marido que llegó: -¿Qué hacéis, la Blanca-niña, hija de padre traidor? -Señor, peino mis cabellos, peinolos con gran dolor, que me dejéis a mi sola y a los montes os vais vos. -Esa palabra, la niña, no era sino traición: ¿cuyo es aquel caballo que allá bajo relinchó? -Señor, era de mi padre, y envióoslo para vos. -¿Cuyas son aquellas armas que están en el corredor? -Señor, eran de mi hermano, y hoy os las envió. -¿Cuya es aquella lanza, desde aquí la veo yo? -Tomalda, conde, tomalda, matadme con ella vos, que aquesta muerte, buen conde bien os la merezco yo.
«En la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer» Virginia Woolf
—El que tiene mujer moza y hermosa ¿qué busca en casa y con mujer ajena? ¿La suya es menos blanca y más morena, o floja, fría, flaca?– No hay tal cosa.
Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada, las cabrillas altas iban y la luna rebajada; mal barruntan las ovejas, no paran en la majada. Vide venir siete lobos por una oscura cañada. Venían echando suertes cuál entrará a la majada;
—Pregonadas son las guerras de Francia con Aragón, ¡cómo las haré yo, triste, viejo y cano, pecador! ¡No reventaras, condesa, por medio del corazón, que me diste siete hijas, y entre ellas ningún varón!
Fontefrida, Fontefrida Fontefrida y con amor, do todas las avecicas van tomar consolación, sino es la tortolica, que está viuda y con dolor. Por ahí fuera a pasar el traidor del ruiseñor; las palabras que le dice llenas son de traición:
Quién hubiese tal ventura sobre las aguas del mar, como hubo el conde Arnaldos la mañana de San Juan! Con un falcón en la mano la caza iba a cazar, vio venir una galera que a tierra quiere llegar. Las velas traía de seda,
-Gerineldo, Gerineldo, paje del rey más querido, quién te tuviera esta noche en mi jardín florecido. Válgame Dios, Gerineldo, cuerpo que tienes tan lindo. -Como soy vuestro criado, señora, burláis conmigo. -No me burlo, Gerineldo, que de veras te lo digo.