Romance del cautivo, de Anónimo | Poema

    Poema en español
    Romance del cautivo

    Mi padre era de Ronda 
    y mi madre de Antequera; 
    cautiváronme los moros 
    entre la paz y la guerra, 
    y lleváronme a vender 
    a Vélez de la Gomera. 
    Siete días con sus noches 
    anduve en el almoneda, 
    no hubo moro ni mora 
    que por mí una blanca diera, 
    sino fuera un perro moro 
    que cien doblas ofreciera, 
    y llevárame a su casa, 
    echárame una cadena. 
    Dábame la vida mala, 
    dábame la vida negra: 
    de día majaba esparto, 
    de noche molía cibera, 
    echóme un freno a la boca 
    porque no comiese della, 
    Pero plugo a Dios del cielo 
    que tenía el ama buena; 
    cuando el moro se iba a caza 
    quitábame la cadena; 
    echábame en su regazo, 
    mis regalos me hiciera, 
    espulgábame y limpiaba 
    mejor que yo mereciera; 
    por un placer que le hice 
    otro muy mayor me hiciera: 
    diérame casi cien doblones 
    en libertad me pusiera, 
    por temor que el moro perro 
    quizá la muerte nos diera. 
    Así plugo a Dios del cielo 
    de quien mercedes se espera 
    que me ha vuelto a vuestros brazos 
    como de primero era. 

    «En la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer» Virginia Woolf

    • ... Levantóse la casada 
      una mañana al jardín, 
      dicen que a gozar del fresco: 
      «¡Más le valiera dormir!» 
      Esperando a su galán 
      a sueño breve y sutil, 
      le ha dado amor mala noche. 
      «¡Más le valiera dormir!» 
      Sobre la madeja bella 

    • —Pregonadas son las guerras 
      de Francia con Aragón, 
      ¡cómo las haré yo, triste, 
      viejo y cano, pecador! 
      ¡No reventaras, condesa, 
      por medio del corazón, 
      que me diste siete hijas, 
      y entre ellas ningún varón! 

    • Un sueño soñaba anoche soñito del alma mía, 
      soñaba con mis amores, que en mis brazos los tenía. 
      Vi entrar señora tan blanca, muy más que la nieve fría. 
      -¿Por dónde has entrado, amor? ¿Cómo has entrado, mi vida? 
      Las puertas están cerradas, ventanas y celosías. 

    • Fontefrida, Fontefrida 
      Fontefrida y con amor, 
      do todas las avecicas 
      van tomar consolación, 
      sino es la tortolica, 
      que está viuda y con dolor. 
      Por ahí fuera a pasar 
      el traidor del ruiseñor; 
      las palabras que le dice 
      llenas son de traición: 

    • -Gerineldo, Gerineldo, paje del rey más querido, 
      quién te tuviera esta noche en mi jardín florecido. 
      Válgame Dios, Gerineldo, cuerpo que tienes tan lindo. 
      -Como soy vuestro criado, señora, burláis conmigo. 
      -No me burlo, Gerineldo, que de veras te lo digo.