Romance del veneno de Moriana, de Anónimo | Poema

    Poema en español
    Romance del veneno de Moriana

    Madrugaba don Alonso 
    a poco del sol salido; 
    convidando va a su boda 
    a los parientes y amigos; 
    a la puerta de Moriana 
    sofrenaba su rocino: 
    -Buenos días, Moriana. 
    -Don Alonso, bien venido. 
    -Vengo a brindarte, Moriana, 
    para mi boda el domingo. 
    -Esas bodas, don Alonso, 
    debieran de ser conmigo; 
    pero ya que no lo sean, 
    igual el convite estimo, 
    y en prueba de la amistad 
    beberás del fresco vino, 
    en que solías beber 
    dentro mi cuarto florido. 
    Moriana, muy ligera 
    en su cuarto se ha metido; 
    tres onzas de solimán 
    con el acero ha molido, 
    de la víbora los ojos, 
    sangre de un alacrán vivo: 
    -Bebe, bebe, don Alonso, 
    bebe de este fresco vino. 
    -Bebe primero, Moriana, 
    que así está puesto en estilo. 
    Levantó el vaso Moriana, 
    lo puso en sus labios finos; 
    los dientes tiene menudos, 
    gota adentro no ha vertido. 
    Don Alonso, como es mozo, 
    maldita gota ha perdido. 
    -¿Qué me diste, Moriana, 
    qué me diste en este vino? 
    ¡Las riendas tengo en la mano 
    y no veo a mi rocino! 
    -Vuelve a casa, don Alonso, 
    que el día ya va corrido 
    y se celará tu esposa 
    si quedas acá conmigo. 
    -¿Qué me diste, Moriana, 
    que pierdo todo el sentido? 
    ¡Sáname de este veneno, 
    yo me he de casar contigo! 
    -No puede ser, don Alonso, 
    que el corazón te ha partido. 
    -¡Desdichada de mi madre 
    que ya no me verá vivo! 
    -Más desdichada la mía 
    desque te hube conocido. 

    «En la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer» Virginia Woolf

    • Mi padre era de Ronda 
      y mi madre de Antequera; 
      cautiváronme los moros 
      entre la paz y la guerra, 
      y lleváronme a vender 
      a Vélez de la Gomera. 
      Siete días con sus noches 
      anduve en el almoneda, 
      no hubo moro ni mora 

    • En París está doña Alda, la esposa de don Roldán, 
      trescientas damas con ella para bien la acompañar: 
      todas visten un vestido, todas calzan un calzar, 
      todas comen a una mesa, todas comían de un pan. 
      Las ciento hilaban el oro, las ciento tejen cendal, 

    • Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada, 
      las cabrillas altas iban y la luna rebajada; 
      mal barruntan las ovejas, no paran en la majada. 
      Vide venir siete lobos por una oscura cañada. 
      Venían echando suertes cuál entrará a la majada; 

    • Lunes era, lunes 
      de Pascua florida, 
      guerrean los moros 
      los campos de Oliva. 
      ¡Ay campos de Oliva, 
      ay campos de Grana, 
      tanta buena gente 
      llevan cautivada! 
      ¡Tanta buena gente 
      que llevan cautiva!, 
      y entre ellos llevaban 

    • —Pregonadas son las guerras 
      de Francia con Aragón, 
      ¡cómo las haré yo, triste, 
      viejo y cano, pecador! 
      ¡No reventaras, condesa, 
      por medio del corazón, 
      que me diste siete hijas, 
      y entre ellas ningún varón! 

    • ... Levantóse la casada 
      una mañana al jardín, 
      dicen que a gozar del fresco: 
      «¡Más le valiera dormir!» 
      Esperando a su galán 
      a sueño breve y sutil, 
      le ha dado amor mala noche. 
      «¡Más le valiera dormir!» 
      Sobre la madeja bella 

    • Que por mayo era, por mayo, 
      cuando hace la calor, 
      cuando los trigos encañan 
      y están los campos en flor, 
      cuando canta la calandria 
      y responde el ruiseñor, 
      cuando los enamorados 
      van a servir al amor; 
      sino yo, triste, cuitado, 

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