Desesperadamente busco y busco
un algo, que sé yo qué, misterioso,
capaz de comprender esta agonía
que me hiela, no sé con qué, los ojos.
Desesperadamente, despertando
sombras que yacen, muertos que conozco,
simas de sueño, busco y busco un algo,
qué se yo dónde, si supieseis cómo.
A veces, me figuro que ya siento,
que sé yo qué, que lo alzo y lo toco,
que tiene corazón y que está vivo,
no sé en qué sangre o red, como un pez rojo.
Desesperadamente, le retengo,
cierro el puño, apretando el aire sólo...
desesperadamente, sigo y sigo
buscando, sin saber por qué, en lo hondo.
He levantado piedras frías, faldas
tibias, rosas azules, de otros tonos,
y allí no había más que sombra y miedo,
no sé de qué, y un hueco silencioso.
Alcé la frente al cielo: lo miré
y me quedé, ¡Por qué, oh Dios!, dudoso:
dudando entre quien sabe, si supiera
qué sé yo qué, de nada ya y de todo.
Desesperadamente, esa es la cosa.
Cada vez más sin causa y más absorto
qué sé yo qué, sin qué, oh Dios, buscando
lo mismo, igual, oh hombres, que vosotros.
Blas de Otero (1916-1979) nació en Bilbao y se educó en Valladolid y en Madrid, donde estudió Filosofía y Letras. Su poesía evolucionó desde una honda espiritualidad atormentada, como se refleja en Cántico espiritual (1942), hacia una creciente preocupación existencial y política, patente en libros como Ángel fieramente humano (1950) o Redoble de conciencia (1951), dos obras que se fundieron luego, con otros poemas, en Ancia (1958). En 1951 ingresó en el Partido Comunista. Pido la paz y la palabra (1975) es el libro más emblemático de su última etapa, caracterizada por la poesía social y de denuncia.