Si algo me gusta, es vivir. Ver mi cuerpo en la calle, hablar contigo como un camarada, mirar escaparates y, sobre todo, sonreír de lejos a los árboles…
También me gustan los camiones grises y muchísimo más los elefantes. Besar tus pechos, echarme en tu regazo y despeinarte, tragar agua de mar como cerveza amarga, espumeante.
Todo lo que sea salir de casa, estornudar de tarde en tarde, escupir contra el cielo de los tundras y las medallas de los similares, salir de esta espaciosa y triste cárcel, aligerar los ríos y los soles, salir, salir al aire libre, al aire.
No más patrias, por favor, no más banderas. No más sangre alimentando mercaderes. No más historias falseadas por el rencor de los mediocres. No más futuros inventados por los fabricantes de Caínes. No más batallas asesinas
Si algo me gusta, es vivir. Ver mi cuerpo en la calle, hablar contigo como un camarada, mirar escaparates y, sobre todo, sonreír de lejos a los árboles…
Aquí tenéis mi voz alzada contra el cielo de los dioses absurdos, mi voz apedreando las puertas de la muerte con cantos que son duras verdades como puños.
Escribo en defensa del reino del hombre y su justicia. Pido la paz y la palabra. He dicho «silencio», «sombra», «vacío» etcétera. Digo «del hombre y su justicia», «océano pacífico», lo que me dejan. Pido
Porque vivir se ha puesto al rojo vivo. (Siempre la sangre, oh Dios, fue colorada.) Digo vivir, vivir como si nada hubiese de quedar de lo que escribo.