... Y tú amor mío, ¿agradeces conmigo las generosas ocasiones que la mar nos deparaba de estar juntos? ¿Tú te acuerdas, casi en el tacto, como yo, de la caricia intranquila entre dos maniobras, del temblor de tus pechos en la camisa abierta cara al viento?
Y de las tardes sosegadas, cuando la vela débil como un moribundo nos devolvía a casa muy despacio... Éramos como huéspedes de la libertad, tal vez demasiado hermosa.
El azul de la tarde, las húmedas violetas que oscurecían el aire se abrían y volvían a cerrarse tras nosotros como la puerta de una habitación por la que no nos hubiéramos atrevido a preguntar.
Y casi nos bastaba un ligero contacto, un distraído cogerte por los hombros y sentir tu cabeza abandonada, mientras alrededor se hacía triste y allá en tierra, en la penumbra parpadeaban las primeras luces.
Insistió en no acercarse demasiado, temerosa de la intimidad caliente del esfuerzo, pero los que pasaban cerca con los varales y las pértigas nos sonreían, y sentía con orgullo su presencia y que fuese mi prima (aún recuerdo sus ojos en la linde
Oh rápida, te amo. Oh zorra apresurada al borde del vestido y límite afilado de la bota injuriante, rodilla de Artemisa fugaz entre la piedra, os amo, sombra huidiza en la escalera noble, espalda entre trompetas por el puente. Oh vagas, os envidio,
... Y tú amor mío, ¿agradeces conmigo las generosas ocasiones que la mar nos deparaba de estar juntos? ¿Tú te acuerdas, casi en el tacto, como yo, de la caricia intranquila entre dos maniobras, del temblor de tus pechos en la camisa abierta cara al viento?