Oh rápida, te amo. Oh zorra apresurada al borde del vestido y límite afilado de la bota injuriante, rodilla de Artemisa fugaz entre la piedra, os amo, sombra huidiza en la escalera noble, espalda entre trompetas por el puente. Oh vagas, os envidio, imágenes parejas en los grises vahos de las cristaleras entornadas, impacientes -que llegan a las citas con retraso- nervios de los que habitan (el descuido seguro y arrogante de la puerta entreabierta y el gesto ordenador de las cosas que miran). Lo quiero casi todo: la puerta del palacio con armas y figuras, el nombre de los reyes y el latón de República. Quiero tus ojos de extranjera ingenua y la facilidad sin alma del copista. Quiero esta luz de ahora. Es mi deseo estar abierto, atento, hasta que parta. Y quisiera que alguien me dijera adiós, contenida, riendo entre lágrimas.
Extranjero en las puertas, no estás solo, mi apurada tristeza te acompaña.
Insistió en no acercarse demasiado, temerosa de la intimidad caliente del esfuerzo, pero los que pasaban cerca con los varales y las pértigas nos sonreían, y sentía con orgullo su presencia y que fuese mi prima (aún recuerdo sus ojos en la linde
Oh rápida, te amo. Oh zorra apresurada al borde del vestido y límite afilado de la bota injuriante, rodilla de Artemisa fugaz entre la piedra, os amo, sombra huidiza en la escalera noble, espalda entre trompetas por el puente. Oh vagas, os envidio,
... Y tú amor mío, ¿agradeces conmigo las generosas ocasiones que la mar nos deparaba de estar juntos? ¿Tú te acuerdas, casi en el tacto, como yo, de la caricia intranquila entre dos maniobras, del temblor de tus pechos en la camisa abierta cara al viento?