¡Oh vellocino, aborregado hasta el cuello!
¡oh rizos! oh perfume cargado de indiferencia
¡éxtasis para poblar esta noche la alcoba oscura
de recuerdos durmientes en esta cabellera,
que quiero alborotar en el aire como un pañuelo!
¡La lánguida Asia y la ardiente África,
todo un mundo lejano, ausente, casi muerto,
vive en tus profundidades, bosque aromático!
como dos espíritus navegan sobre la música,
el mío, ¡oh amor mío! nada sobre tu perfume.
Iré allí donde el árbol y el hombre, llenos de savia,
se desvanecen detenidamente bajo el ardor de los climas;
¡fuertes trenzas, sed el oleaje que me lleve!
tú contienes, mar de ébano, un sueño deslumbrante
de velas, remeros, llamas y mástiles:
Un puerto resonante donde mi alma puede beberse
a grandes olas el aroma, el sonido y el color;
donde los barcos, deslizándose por el oro y la muaré
abren sus extensos brazos para abrazar la gloria
de un cielo puro donde tiembla el calor eterno.
Hundiré mi cabeza de embriaguez enamorada
en ese negro océano donde el otro está encerrado;
y mi espíritu delicado que el balanceo acaricia
sabrá encontrarte, ¡oh fecunda pereza,
infinitos bamboleos de dicha embalsamada!
Pelo azul, bandera de oscuras tensiones,
me haces el celeste del cielo inmenso y redondo;
en las suaves orillas de tus mechones retorcidos
me embriago fervientemente de fragancias combinadas
con aceite, almizcle y alquitrán.
¡Mucho tiempo! ¡siempre! ¡mi mano en tu pesada melena
sembrará el rubí, la perla y el zafiro,
para que a mi deseo nunca seas sorda!
¿No eres tú el oasis donde sueño, y la cantimplora
de donde bebo a largos tragos el vino de la memoria?