A la amadísima, a la muy hermosa
que colma mi corazón de claridad,
al ángel, al ídolo inmortal,
¡salve en la inmortalidad!
Ella se derrama en mi vida
como un soplo impregnado de sal,
y en mi alma insaciable
vierte el sabor de lo Eterno.
Sachet siempre fresco que perfuma
la atmósfera de un caro refugio,
incensario siempre lleno que humea
en secreto a través de la noche,
¿cómo, amor incorruptible,
expresarte con veracidad?
¡Grano de almizcle que yaces, invisible,
en el fondo de mi eternidad!
A la buenísima a la muy hermosa,
que me infunde alegría y salud,
al ángel, al ídolo inmortal
¡salve en la inmortalidad!