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La invitación al viaje, de Charles Baudelaire | Poema

  • Poesía Recitada -Tomás Galindo-
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Poema en español
La invitación al viaje

Hay un país soberbio, un país de Jauja -dicen-, que sueño visitar con una antigua amiga. País singular, anegado en las brumas de nuestro Norte, y al que se pudiera llamar el Oriente de Occidente, la China de Europa: tanta carrera ha tomado en él la cálida y caprichosa fantasía; tanto la ilustró paciente y tenazmente con sus sabrosas y delicadas vegetaciones. 

Un verdadero país de Jauja, en el que todo es bello, rico, tranquilo, honrado; en que el lujo se refleja a placer en el orden; en que la vida es crasa y suave de respirar; de donde están excluídos el desorden, la turbulencia y lo improvisto; en que la felicidad se desposó con el silencio; en que hasta la cocina es poética, pingüe y excitante; en que todo se te parece, ángel mío. 

¿Conoces la enfermedad febril que se adueña de nosotros en las frías miserias, la ignorada nostalgia de la tierra, la angustia de la curiosidad? Un país hay que se te parece, en que todo es bello, rico, tranquilo y honrado, en que la fantasía edificó y decoró una China occidental, en que la vida es suave de respirar, en que la felicidad se desposó con el silencio. ¡Allí hay que irse a vivir, allí es donde hay que morir! 

Sí, allí hay que irse a respirar, a soñar, a alargar las horas en lo infinito de las sensaciones. Un músico ha escrito la Invitación al vals; ¿quién será el que componga la invitación al viaje que pueda ofrecerse a la mujer amada, a la hermana de elección? 

Sí, en aquella atmósfera daría gusto vivir; allá, donde las horas más lentas contienen más pensamientos, donde los relojes hacen sonar la dicha con más profunda y más significativa solemnidad. 

En tableros relucientes o en cueros dorados con riqueza sombría, viven discretamente unas pinturas beatas, tranquilas y profundas, como las almas de los artistas que las crearon. Las puestas del Sol, que tan ricamente colorean el comedor o la sala, tamizadas están por bellas estofas o por esos altos ventanales labrados que el plomo divide en numerosos compartimientos. Vastos, curiosos, raros son los muebles, armados de cerraduras y de secretos, como almas refinadas. Espejos, metales, telas, orfebrería, loza, conciertan allí para los ojos una sinfonía muda y misteriosa; y de todo, de cada rincón, de las rajas de los cajones y de los pliegues de las telas se escapa un singular perfume, un vuélvete de Sumatra, que es como el alma de la vivienda. 

Un verdadero país de Jauja, te digo, donde todo es rico, limpio y reluciente como una buena conciencia, como una magnífica batería de cocina, como una orfebrería espléndida, como una joyería policromada. Allí afluyen los tesoros del mundo, como a la casa de un hombre laborioso que mereció bien del mundo entero. País singular, superior a los otros, como lo es el Arte a la Naturaleza, en que ésta se reforma por el ensueño, en que está corregida, hermoseada, refundida. 

¡Busquen, sigan buscando, alejen sin cesar los límites de su felicidad esos alquimistas de la horticultura! ¡Propongan premios de sesenta y de cien mil florines para quien resolviere sus ambiciosos problemas! ¡Yo ya encontró mi tulipán negro y mi dalia azul! 

Flor incomparable, tulipán hallado de nuevo, alegórica dalia, allí, a aquel hermoso país tan tranquilo, tan soñador, es adonde habría que irse a vivir y a florecer, ¿no es verdad? ¿No te encontrarías allí con tu analogía por marco y no podrías mirarte, para hablar, como los místicos, en tu propia correspondencia? 

¡Sueños! ¡Siempre sueños!, y cuanto más ambiciosa y delicada es el alma tanto más la alejan de lo posible los sueños. Cada hombre lleva en sí su dosis de opio natural, incesantemente segregada y renovada, y, del nacer al morir, ¿cuántas horas contamos llenas del goce positivo, de la acción bien lograda y decidida? ¿Viviremos jamás, estaremos jamás en ese cuadro que te pintó mi espíritu, en ese cuadro que se te parece? 

Estos tesoros, estos muebles, este lujo, este orden, estos perfumes, estas flores milagrosas son tú. Son tú también estos grandes ríos, estos canales tranquilos. Los enormes navíos que arrastran, cargados todos de riquezas, de los que salen los cantos monótonos de la maniobra, son mis pensamientos, que duermen o ruedan sobre tu seno. Tú los guías dulcemente hacia el mar, que es lo infinito, mientras reflejas las profundidades del cielo en la limpidez de tu alma hermosa; y cuando, rendidos por la marejada y hastiados de los productos de Oriente, vuelven al puerto natal, son también mis pensamientos, que tornan, enriquecidos de lo infinito, hacia ti.

Charles Baudelaire

Charles Baudelaire (París, 9 de abril de 1821 - 31 de agosto de 1867) fue poeta, traductor y crítico. Considerado el precursor del movimiento simbolista y de la poesía moderna, su vida estuvo marcada por una infancia difícil y por los excesos, lo que lo convirtió en un "poeta maldito". En 1857, tras la publicación de Las flores del mal, fue acusado por atentar contra la moral pública, por lo que seis de sus poemas no vieron la luz hasta 1949. Baudelaire es un genio de la literatura francesa, único en el dominio del ritmo y la forma, enfrentado y atraído durante toda su vida por lo divino y lo diabólico, por lo que sus poemas describen al ser humano más glorioso y más mísero a la vez. Algunas de sus obras son: Los salones (1845-1846), Los paraísos artificiales (1860), su única novela, La Fanfarlo (1847), sus diarios íntimos, Cohetes, y sus numerosas traducciones de la obra de Edgar Allan Poe.

  • Caravana de gitanos, de Charles Baudelaire | Poema

    Charles Baudelaire

    La tribu profética, de pupilas ardientes 
    ayer se ha puesto en marcha, cargando sus pequeños 
    sobre sus espaldas, o entregando a sus fieros apetitos 
    el tesoro siempre listo de sus senos pendientes. 

  • La musa venal, de Charles Baudelaire | Poema

    Charles Baudelaire

    Tú que amas los palacios, oh musa de mi vida, 
    ¿tendrás, cuando el Bóreas, sea el dueño de Enero, 
    mientras cae la nieve en tediosas veladas, 
    para caldear tus pies violáceos, un tizón? 

  • Himno, de Charles Baudelaire | Poema

    Charles Baudelaire

    A la amadísima, a la muy hermosa 
    que colma mi corazón de claridad, 
    al ángel, al ídolo inmortal, 
    ¡salve en la inmortalidad! 

    Ella se derrama en mi vida 
    como un soplo impregnado de sal, 
    y en mi alma insaciable 
    vierte el sabor de lo Eterno. 

  • La musa enferma, de Charles Baudelaire | Poema

    Charles Baudelaire

    Mi pobre musa, !ay! ¿Qué tienes este día? 
    Pueblan tus vacuos ojos las visiones nocturnas 
    y alternándose veo reflejarse en tu tez 
    la locura y el pánico, fríos y taciturnos. 

  • Duellum, de Charles Baudelaire | Poema

    Charles Baudelaire

    Dos guerreros se han precipitado uno sobre el otro; sus armas 
    han salpicado el aire con destellos y sangre. 
    estos juegos, estos tintineos del hierro son el estrépito 
    de una juventud víctima del amor plañidero. 

  • La cabellera, de Charles Baudelaire | Poema

    Charles Baudelaire

    ¡Oh vellocino, aborregado hasta el cuello! 
    ¡oh rizos! oh perfume cargado de indiferencia 
    ¡éxtasis para poblar esta noche la alcoba oscura 
    de recuerdos durmientes en esta cabellera, 
    que quiero alborotar en el aire como un pañuelo! 

  • La fuente de sangre, de Charles Baudelaire | Poema

    Charles Baudelaire

    Creo sentir, a veces que mi sangre en torrente 
    se me escapa en sollozos lo mismo que una fuente. 
    Oigo perfectamente su queja dolorida, 
    pero me palpo en vano para encontrar la herida. 

  • El bello navío, de Charles Baudelaire | Poema

    Charles Baudelaire

    Yo te quiero contar, ¡oh lánguida hechicera! 
    Los distintos encantos que ornan tu juventud; 
         trazar deseo tu belleza 
    donde, a la par, se alían infancia y madurez. 

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